Sólo escasos destellos del carismático toreo de Oliva Soto han brillado en una tarde de bostezos y aburrimiento, en la que los toros del Conde de la Maza se mostraron faltos de casta y de fuerza. Luis Vilches ha vuelto a dar la cara en la Maestranza sin conseguir nada a cambio. Mientras que Iván Fandiño, con el peor lote, ha demostrado valor y firmeza.
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Manuel Viera.-
No podía ser más prometedor el inicio de faena tras la deslumbrante ligazón de cuatro naturales al noble, aunque flojo, tercero. Sin embargo, la continuación pasó a ser decepcionante sin que resulte fácil saber el por qué. La embestida noble del toro condeso se paró, y ya los pases diestros carecieron de hondura y emoción. Hubo momentos de buen toreo, chispazos del sentimiento de un Oliva Soto, demasiado conformista, que con tan poca cosa se fue a por la espada y pinchó.
Esto fue lo más importante de una tarde plana y decepcionante por el comportamiento de los toros de los herederos del Conde de la Maza. Toros desiguales en hechuras pero serios y astifinos que daban miedo. A la corrida le faltó casta y fuerza. Toros que, sin comerse a nadie, no humillaron y se agotaron demasiado pronto, hasta tal punto de provocar la crispación en los tendidos por su alarmante flojedad. Algo inusual en los toros del Conde de la Maza.
De todas formas, pese a ello y con el mejor lote de los seis corridos, Oliva Soto siguió buscando aquella magia en su toreo que a pesar de reaparecer esta tarde en forma de puntuales fogonazos, parece cada vez más irrepetible. No obstante, el camero se limitó a torear con esa dulzura y esa belleza que transmiten sus formas. Momentos singulares con la izquierda y también con la derecha. Faena corta, pero atractiva, la ejecutada a su primero, de refinadas y templadas maneras, de notables muletazos diestros hilvanados primorosamente con cambios de mano sensacionales y rematados con soberbios pases de pecho. Destellos, sólo destellos de un carismático toreo que supo a poco y que se quedó, una vez más, sin firmar con la espada. Los tres pinchazos antes de ejecutar la media estocada evaporaron la posibilidad de pasear un apéndice.
Al sexto, otro noble y bonito toro con escasa casta, lo que le hizo quedarse parado casi a mitad de faena, lo supo entender Oliva Soto dejándole la muleta muy adelantada, aunque del conjunto del trasteo sólo cabe resaltar el detalle y las finas maneras. No hubo forma de que el camero levantara una tarde de bostezos y aburrimiento. Con la espada mal.
Luis Vilches ha vuelto a dar la cara en la Maestranza aunque ha dejado sin firmar con su oxidado acero una labor que merecía sendas estocadas. Aún no sé si compensa por si sola la penitencia que durante las últimas temporadas ha supuesto para el utrerano el intento de aproximarse a las alturas del escalafón. Y no es que con lo hecho esta tarde nos dediquemos a tirar cohetes, pero sí mostró la firmeza y ambición que se hace necesario para seguir en esto. El torero de Utrera toreó a la verónica. Los lances al manso y complicado primero tuvieron temple y ritmo. Después, tras las primeras dudas en los inicios de faena, se embarcó en un pulso consigo mismo para dominar unas embestidas muy complicadas y de evidente peligro. Le costó obtener la limpieza en los muletazos, y sólo la firmeza empleada hacía esperar el desenlace con la espada. Un feo bajonazo terminó con la vida del manso condeso.
Vilches fue capaz de reponerse con el cuarto, un toro bonito de hechuras, astifino como toda la corrida, noble y al que le faltó un tranco para emplearse en las telas que le presentaba el utrerano. Faena deshilvanada, con momentos lúcidos con la izquierda, pero sin que le sirviera para echar el telón a plomo y a lo grande a una tarde que le era decisiva. Tras pinchar, la estocada fue lo mejor.
Iván Fandiño se llevó lo peor. Ni el manso y complicado tercero, ni el flojo y descastado quinto le sirvieron para otra cosa que para demostrar unas enormes ganas por conseguir el triunfo y un desmedido valor. No tuvo opción para otra cosa. Con la espada no anduvo bien.
AL NATURAL |
La presidenta impacienta
Francisco Mateos.-
Los dos primeros festejos –ambos presididos por la presidenta Anabel Moreno– han servido para indicar la pauta de la exigibilidad durante la Feria de Abril. Y no ha habido mejora. Precisamente la presidenta –que con sólo cuatro años de experiencia se ha convertido en la más ‘experimentada’ del palco sevillano- ha marcado varios de estos aspectos, en niveles bajos, que sinceramente no espero que vayan a ser mejorados con sus dos novatos compañeros. Respecto a la presentación, más igualada la de esta tarde del Conde de la Maza que la de ayer de Daniel Ruiz, que fue una escalera de peso y de trapío, nos estamos moviendo en el mínimo exigible para una plaza de toros de la categoría de Sevilla. No estaría de más pedir un punto más de exigencia en el remate de los toros y mantener esa línea mínima de manera homogénea durante los festejos feriales. |
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Hay otros dos aspectos en los que sí creo que se ha fallado por parte de la presidenta: el nivel para concesión de trofeos y para la devolución de los astados. Y son dos aspectos -sobre todo el segundo- en los que la actitud de la presidenta impacienta. Sobre el primero, el nivel mínimo de exigencia para la concesión de trofeos a los espadas, el listón puesto para las dos orejas con la faena de Juli al quinto de Daniel Ruiz me parece ciertamente bajo y benévolo. Cuando se cortan dos orejas en la Maestranza debe ser por una obra excepcional, que ha llegado al grado no de buena faena, sino de alcanzar la excelencia en el toreo. Y el conjunto de la faena de Juli –por mucha entrega que el madrileño le puso con un encastado astado- fue de alto nivel, pero sin llegar a ese grado de excelencia propio de un doble trofeo en la Real Maestranza. Y sobre el nivel mínimo para la devolución de astados, al margen del devuelto ayer domingo, que era de libro, esta tarde con la del Conde de la Maza me ha quedado una enorme duda sobre la actitud mantenida al respecto. En mi opinión, un par de toros deberían haber vuelto a corrales por sendos sobreros. He visto a la presidenta dudar, preguntar a sus asesores –lo cual es bueno-, coger el pañuelo verde y volver a esconderlo,… Las entradas de toros son muy caras y se paga para ver una lidia en su conjunto, no sólo es para ver seis faenas aisladas, sino la lidia de seis astados en su integridad. Lo sucedido en el quinto fue un hurto de la lidia. Apenas se le picó. El toro fue dando tumbos con el capote mientras el público terminó aburriéndose de protestar ante una presidenta que no parecía ver los vaivenes zigzagueante del mermado animal. En la primera entrada al caballo ya se le levantó la vara sin meterle las cuerdas. Y aquí es donde destaco que se paga una entrada por una lidia integral, y la suerte de varas es una suerte de la lidia que también se paga. Si un toro no tiene fuerzas para una suerte de varas mínima, debe ser devuelto. No cabe simular esta suerte bajo la esperanza de que el toro se ‘recupere’ y aguante en la faena. Porque el que debe ‘aguantar’ –las embestidas del toro- durante la faena es el torero, y no al revés. No lo olvidemos y no cambiemos los papeles. |
GALERÍA GRÁFICA (Paco Díaz / toroimagen.com) |
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