Reflexión sobre el 'caso Zalduendo'

La necesaria ‘trazabilidad’, garantía de integridad del toro bravo

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El toro 'despitorrado' de Zalduendo lidiado en Sevilla. (FOTO: Matito)
El toro 'despitorrado' de Zalduendo lidiado en Sevilla. (FOTO: Matito)

«…Estamos hartos de ver asuntos parecidos en los corrales de las plazas de primera, de segunda y de tercera. ¿Asuntos parecidos? Me explico: toros desmochados, sin presencia, con extrañas oscilaciones de báscula, enfermos, con alfilerinas puntas de imposible rusticidad, amén de toros sacados de tipo, imposibles ejemplares dentro de su encaste…»

Javier García-Baquero.-

     Nos manda Paco Mateos, y se pueden ver en SEVILLA TAURINA, fotografías de un toro de Zalduendo, zurdo evidente del derecho y que fue lidiado en el último San Miguel. La corrida la recordamos por el petardo y el extraño comportamiento del encierro de Fernando Domecq. Siguieron desde SEVILLA TAURINA el rastro del toro y descubrieron que el burel estuvo presente en los corrales de Vistalegre durante la Aste Nagusia, (agosto 2010) donde fue rechazado por «despitorrado». El portal investiga y certifica que además de dicho toro, se presentaron a reconocimiento un Zalduendo rechazado en Málaga y otro sobrero en el Puerto que se lidia en Sevilla con un inexplicable aumento de peso. Oímos hablar después de enfermedades, pinchazos…

     Estamos hartos de ver asuntos parecidos en los corrales de las plazas de primera, de segunda y de tercera. ¿Asuntos parecidos? Me explico: toros desmochados, sin presencia, con extrañas oscilaciones de báscula, enfermos, con alfilerinas puntas de imposible rusticidad, amén de toros sacados de tipo, imposibles ejemplares dentro de su encaste…

     Sería fácil decir que los culpables son veterinarios que no saben de qué va esto, empresas que presionan al equipo presidencial, titulares del palco que, o bien se erigen en protagonistas de sus diez minutos de gloria, o bien renuncian a ejercer sus infusiones de tales en las dos o tres ocasiones que lo hacen al año (no hay un equipo presidencial que esté presente en más de diez sorteos al año) frente a banderilleros, mayorales y ganaderos con miles de sorteos a sus espaldas y cientos en una sola temporada. En otros casos es la única posibilidad de lidiar para un determinado ganadero o matador y subalterno en una plaza de responsabilidad. En definitiva, pasa la criba del reconocimiento ganado que no la tiene que pasar y se queda sin lidiar ganado totalmente apto para la lidia.

     No entiendo que los protagonistas mencionados sean los culpables exclusivos de esta situación. Ponerle puertas al campo es complicado, los intereses son millonarios, no es fácil adquirir experiencia para ver un toro en los históricos cosos con corrales obsoletos, o en los corrales de plazas de nueva planta que parecen hechos a propósito para no poder trabajar en ellos. Los veedores (¿por qué llamarlos ‘veedores’, cuando sus funciones determinantes son otras?) y sus visitas al campo en peregrinación tampoco ayuda a evitar problemas.

     ¿De quién es la culpa de esta mal de la Fiesta brava? Del sistema diría un tibio, de todos y de la falta de reglamentación sería. ¿Cual es la solución? Un sistema de trazabilidad que permita conocer a cualquiera de los interesados, empezando por el consumidor final, el ‘paganini’ en las taquillas, la historia vital del cuatreño que se anuncia en un determinado festejo.

     La trazabilidad es un proceso que desarrolla y facilita trazar o dejar huella de los movimientos y procesos por los que pasa un determinado producto principalmente destinado al consumo humano, que nace a finales del pasado siglo como respuesta a las exigencias de los consumidores que ‘querían saber’, precisamente a partir de la crisis alimenticia de las Encefalopatías Espongiformes Bovina (EEB), las famosas ‘vacas locas’ en los distintos países de la Unión Europea.

     La trazabilidad ha adquirido gran importancia para la protección de los intereses y la salud de los consumidores y para mejorar la imagen, el seguimiento y la transparencia de los movimientos, la sanidad, las visitas, la manipulación y el transporte de los animales y sus derivados, así como el procesado de canales y productos cárnicos destinados al consumo.

     Toda manipulación del toro bravo puede ser interpretado como fraude, o todo puede ser explicado y entendido. Por ejemplo, y siguiendo con el ejemplo de inicio, un toro tras cuatro años y cinco primaveras en el campo, uno o más transportes, estancia en corrales de diversa índole, puede haber sufrido daños en un pitón, el pitón se puede ‘arreglar’, pero el matador, el aficionado, el empresario debe saber cómo, cuándo y por qué se han tocado las astas del toro. Si un profesional no consiente ponerse delante de un toro al que no le han quitado el ‘veneno’, el ganadero, el consumidor, sus compañeros, deben ser conscientes. Si un toro ha sido sedado para ser transportado es crucial que sea conocido por todos los afectados…

     Si pretendemos implantar este proceso de forma útil y operativa dentro de un sector tan especial como el del ganado bravo, la trazabilidad requiere el compromiso formal y moral y la adhesión de todos los agentes que intervienen en dicho sector, conllevando cambios en la actitud y los hábitos de manejo de los operadores. Estos esfuerzos adicionales se verían recompensados con una progresiva mayor credibilidad y confianza, aumentando la imagen de la Fiesta brava entre los aficionados y el respeto de la sociedad en general.

     Si un ganadero, su mayoral y su veterinario plasman por escrito que tratamientos desparisitarios, alimentación, vacunas, nacimiento, momento de destete, fincas en que ha pastado, momento del enfundado y desenfundado, fotografías del toro y sus pitones, heridas, daños en las astas, evolución en volumen y peso, visitas de ‘veedores’, estado en que se embarca el toro y el transportista recoge el testigo e informa de la condiciones en que se realiza el trasporte, la temperatura y las horas del mismo, el empresario retoma el documento en los corrales de la plaza y plasma su trato, su enchiqueramiento, los posibles daños, heridas etc., desde el desembarque, cuando el toro salga por la puerta de chiqueros el espectador tendrá la seguridad de disfrutar de un animal bravo en plenitud y la conciencia de que las manipulaciones que haya sufrido han sido las mínimas necesarias para respetar la integridad de un espectáculo que tanto la requiere.

     Sería necesario dotarnos de una organización capacitada para la gestión y seguimiento de dicha trazabilidad. Igualmente debe generarse una reglamentación de índole nacional que recoja las reglas generales de la trazabilidad del toro de lidia con las obligaciones de los distintos agentes que intervienen y las posibles sanciones en caso de fallo o mal funcionamiento en la gestión de dicha trazabilidad del toro bravo.

     Un paso más que se hace necesario en una Fiesta brava que requiere indefectiblemente mejorar su imagen, la credibilidad frente al aficionado (consumidor-cliente) y el respeto de una sociedad que nos mira con recelo. No es más que un afán por modernizar los marcados a fuego, los guarismos, los cuadernos de campo, las reatas y el prestigio del ganadero de bravo.


*Publicado en ambitotoros.com


EL ESCÁNDALO, PASO A PASO

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