Los sevillanos Morante de la Puebla y Daniel Luque han hecho el paseíllo esta tarde en la plaza de toros de Valencia, que está celebrando su Feria de Fallas esta semana. El deslucido juego de sus toros de Núñez del Cuvillo marcó sus faenas, que no pudieron pasar de correctas.
Redacción.-
El balance de las actuaciones de los toreros sevillanos que han hecho el paseíllo hoy, jueves 17 de marzo, ha sido el siguiente:
CORRIDAS DE TOROS
-
Valencia: Se han lidiado seis toros de Núñez del Cuvillo, desiguales de presentación y deslucidos. El sexto fue el más encastado, y el quinto manejable. El resto se apagó pronto. Morante de la Puebla, saludos y silencio. José María Manzanares, oreja y saludos. Daniel Luque, silencio y saludos. Plaza llena.
Según crónica de sobre las actuaciones de los sevillanos Morante de la Puebla y Daniel Luque esta tarde en valencia, «verónicas cadenciosas, chicuelinas parsimoniosas, armonía siempre; el capote de Morante en el primero, al que lamentablemente le faltaron las fuerzas. Apenas duró en la muleta. El inicio de faena ayudándose por alto, sentado en el estribo. La tauromaquia de El Gallo en el siglo XXI. Luego dos series suaves, sin apenas toques, ausentes de la mínima brusquedad, entre algodones, y… se acabó. Antes incluso se acabó el cuarto. Más bien ni llegó empezar. Nula casta, nulo contenido.
Daniel Luque tuvo la oportunidad con el que cerraba festejo, el más serio de la corrida. Inicio esperanzador que se truncó después de que el astado le sorprendiera en un par de ocasiones. La faena decayó, y ya no fue capaz de volver a levantarla. Lo intentó en la parte final, metiéndose entre los pitones, más de cara a la galería, con efectismos, incluso con cabezazos al toro poco estéticos. Era toro para mandar, de faena sólida o nada, pero faltó directriz y salió embarullada. Lo más brillante lo protagonizó frente al tercero, cuando cruzó la plaza toreando a la verónica, ganando pasos, acompañando los viajes con el pecho. Pero con la muleta tuvo que ejercer de enfermero. Toreo de salón, a media altura, de nula emoción, hasta que el público se lo recriminó».