Ventura, Puerta del Príncipe devaluada

Diego Ventura ha salido a hombros por séptima vez por la Puerta del Príncipe en la última corrida de la temporada en la Maestranza. El festejo no ha tenido el brillo de otras tardes de toreo a caballo en esta plaza. Ventura ha tenido que utilizar lo banal para enardecer al público. Hernández ha fallado demasiadas veces. 

Manuel Viera.-

     Cada uno salió a ganar, nadie lo duda, pero no hubo nueva explosión del arte del toreo a caballo en la última corrida de la temporada en la Maestranza. Poca cosa, sólo detalles. A pesar de que la Puerta del Príncipe se abriera para dejar pasar a Diego Ventura. Ni toros ni caballeros. Los nobles animales de Benítez Cubero carecieron de la movilidad suficiente para asegurar el éxito, se pararon y flojearon, y así el espectáculo resultó anodino para el aficionado y divertido para un público muy específico y sin demasiadas exigencias.

     Tan poco le exigieron a Ventura, que se conformaron con los mordisco del caballo Morante a la testuz del toro, y la puesta en escena epilogal del caballero para hacer caer al quinto tras el rejón de muerte. Ambas cosas provocaron en la gente la emotividad suficiente para exigir al palco el doble trofeo. La benevolente señora presidenta los concedió, y con ello autorizó a descerrajar una puerta que se devalúa como se devalúa Sevilla.

     Ni que decir tiene que Ventura trabajó a destajo en la lidia del quinto, muy noble y con alegre galope en los inicios. Clavó banderillas a una mano sin demasiada transmisión, aunque las distintas suertes las realizó con perfecta técnica, mejor doma y todo muy despacio. Tras provocar el entusiasmo en los tendidos con las dentelladas de Morante, utilizó a Califa para dejar arriba las cortas a dos manos. Lo mejor. Tras el rejón y los adornos de pista de circo, las dos orejas.

     Mejor resultó la lidia de inicio con el primero, noble como todos pero agotado desde el principio, simplemente toreó con la cola de la cabalgadura. Después hubo intermitencia con las banderillas a una mano, mientras unas las clavaba al estribo otras las dejaba en la grupa. Un quiebro resultó espectacular al dejar llegar al toro al pecho del caballo. Tras las cortas, rejón y oreja fácil. Con el tercero se lució cabalgando con Revuelo a dos pistas, clavó al estribo, despacio y arriba, pero mató mal. Silencio.

     Leonardo Hernández mostró su perfecta doma, arrojo y elegancia en las suertes, pero falló demasiado. Lo hizo con el segundo, un toro inmóvil en el ruedo, al que le costó un mundo clavar unos pares a dos manos. Pinchó antes de dejar el rejón hundido. Escuchó palmas. Con el cuarto, el toro con más movilidad de la descastada corrida, encandiló a la gente citando de frente y clavando al quiebro espectaculares banderillas a una mano. Las piruetas a la salida de la suerte provocaron fuertes ovaciones que siguieron al clavar las cortas al violín. Un rejón en los bajos y otro trasero le privaron de una posible oreja.

     Con el sexto, un toro protestado, sin fuerza, que se derrumbó en dos ocasiones, poco pudo hacer. Lo mejor un gran par al quiebro, muy de frente dando el pecho de la cabalgadura, muy despacio y clavando arriba. Después fue un compendio de fallos del caballero cordobés y caídas del toro. Tras matar mal escuchó palmas de despedida.

Despedida y cierre por El Pilar

Luis Carlos Peris.-

     Caballazos para echar el telón en el cofre del Baratillo, punto final a una temporada con luces y sombras ¿a la par? No sé si a la par, pues San Miguel le echó un borrón de no te menees a un curso que tuvo cimas excelsas allá por abril, con El Juli y Manzanares arrasando aunque sin poder ponerles sordina a la excelencia de Morante. Hoy amanece la fecha tradicional del cierre en el Baratillo y se nos vienen a la memoria de este día Laborioso, novillo de Albaserrada indultado por Rafael Astola y último que se ganó seguir viviendo en el ruedo maestrante hace hoy cuarentaicinco años o la sima de Paula con un toro de Cuadri más su cima con uno de Bohórquez. También la despedida clamorosa de Diego Puerta o el triunfo que catapultó a Paco Ojeda al olimpo torero en el 82. Es una fecha que se hizo tradicional para el cerrojazo y llega hoy, conque a empezar a pensar ya esta noche en el Domingo de Resurrección.