Acababa de llevar a su hermano Luis ensangrentado y con el muslo partido en dos a la enfermería. Pero era el matador del toro que hirió tan gravemente a su hermano y, tras llevarse las manos a la cabeza por la tragedia que se mascaba, Salvador Cortés, con sangre en las manos del muslo de su hermano, tenía que comenzar la faena. Cosas así sólo son posibles en la verdad del toreo.
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