El Juli, tras realizar un monumental toreo, ha salido por la Puerta del Príncipe tras cortar tres orejas y serle denegada la cuarta. Ha firmado dos extraordinarias faenas, cuajando a sus toros de principio a fin. La memorable actuación mermó el ánimo de Castella y Perera, que no lograron destacar con una buena corrida de El Ventorrillo.
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AL NATURAL
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Manuel Viera.-
Con muy poca frecuencia se ve torear en el límite de lo vital. Contemplar el toreo sobre el mojado lienzo de albero, y recrearse al amparo de la grandiosidad de tan sublime obra es todo un gozo. Sorprendió la calma que imprimió a lo que hizo. El reposo del muletazo, la profundidad del natural. Hacerlo más bonito es difícil. Hacerlo más puro es imposible. Cualquier otra versión tendría, quizá, un encanto distinto, pero nunca tan emocionante y llena de verdad.
Hay faenas que alcanzan cotas milagrosas. El Juli hizo el toreo con el noble y extraordinario primer toro de El Ventorrillo y con el bravo, aunque flojo, cuarto. Con ambos toreó como nunca. Más contundente, completa y emocionante fue la lidia del primero |
Hay faenas que alcanzan cotas milagrosas. Como le sucede tantas veces a los verdaderamente grandes. Como sucedió hoy con el toreo sabio y profundo de Julián López ‘El Juli’, que transmitió con el primer toro de la tarde la emoción de lo auténtico. Y tuvo, además, tanta naturalidad y frescura al hacerlo que lo llevó a lo máximo con sobredosis emotivas. Unas formas en las que quedó esculpida la verónica y la monumental media tras el lento y acompasado recorrido de la capa. Unas formas con las que logró fusionar la grandiosidad del muletazo diestro con el refinamiento y profundidad del natural. Toda una obra realizada con un asentado toreo, armónico, con evidente ritmo y muy personal. Un impecable tratado de tauromaquia. Un toreo auténtico, hilvanado y rematado. Una antología de estilo con la que iluminó -y de qué manera- una tarde gris, muy oscura y metida en agua. La tarde de un torero camino de la perfección. |
Y además, un toreo cargado de una intensidad que transmitió a toda la plaza la emotividad de su contenido. El Juli lo hizo todo muy bien. Toreó como nunca le vi. Sin duda, fueron faenas de fascinante sutileza en las que hubo verdaderos instantes de mérito, de gozo indescriptible: cambios de mano portentosos, temple de vida, quietud pasmosa, ligazón increíble, imaginación y talento desesperante, y profundidad sorprendente. Este fue Julián López ‘El Juli’ hoy en Sevilla.
Realmente, con esto basta para definir la tarde. No estoy por enumerar muletazos diestros, ni naturales brillantes, ni circulares de ensueños, ni portentosos quites, ni estocadas de cañón, ni orejas negadas por un presidente en dulce sueño. Basta decir que El Juli hizo el toreo con el noble y extraordinario primer toro de El Ventorrillo y con el bravo, aunque flojo, cuarto. Con ambos toreó como nunca. Más contundente, completa y emocionante fue la lidia del primero. Expresiva, precisa y virtuosa la del segundo. Así consiguió la gloria. Y por la deseada Puerta del Príncipe se lo llevaron para alcanzarla.
Lo demás apenas tiene sentido. Sebastián Castella estuvo poco más que correcto y en su estilo con el manso y soso segundo. Y no se entendió con el noble, de intermitentes embestidas, quinto. Sin embargo, Miguel Ángel Perera intentó imprimir despaciosidad a su toreo al flojo y soso tercero sin conseguir una pizca de emotividad. Mientras que con el más que manso sexto corrió detrás de él por todo el ruedo con la intención de mantenerlo en el centro. Cosa imposible. Ambos mataron con prontitud. Y mientras se llevaban a El Juli en volandas la gente, calada hasta los huesos, corrían para abandonar tendidos y gradas y no perderse a quien esta tarde hizo el toreo salir por la sevillana Puerta del Príncipe |
Sebastián Castella estuvo poco más que correcto y en su estilo con el manso y soso segundo. Y no se entendió con el noble, de intermitentes embestidas, quinto. Sin embargo, Miguel Ángel Perera intentó imprimir despaciosidad a su toreo al flojo y soso tercero sin conseguir una pizca de emotividad |
AL NATURAL |
La Infanta del pueblo
Francisco Mateos.-
Se casó en la Catedral de Sevilla, en parte para contentar a su abuela paterna, María de las Mercedes, condesa de Barcelona, la más sevillana de todas, por mucho que ostentara el título catalán. La Infanta Elena estuvo muy cercana a su abuela, la madre del Rey, y de ella ha heredado ciertos sentidos de la vida. También vía condesa de Barcelona le ha llegado a esta espigada Borbón dos aspectos que marcaron por siempre la vida de la condesa de Barcelona: la afición a los toros, y el amor por Sevilla. La Infanta Elena va siguiendo de cerca la senda de su abuela: el amor por Sevilla, la creciente afición por la Fiesta de los toros y la innata naturalidad. A la Infanta le gusta Sevilla, y a pesar de que no está ‘tocada’ precisamente por la gracia sevillana, su naturalidad y espontaneidad -a veces hasta ingenua- llega al corazón de los sevillanos, que si ven en Morante a un más que posible candidato a hacer soñar a los sevillanos durante décadas como lo hicieron con Curro, también observan en la figura de Elena de Borbón el recuerdo más cercano y parecido de quien ocupó lugar habitual en el Palco del Príncipe. Su presencia en la Maestranza viene a refrendar la Fiesta de los toros en nuestra ciudad y a mostrar sin complejos su afición, de forma natural. |
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Es más, ante la explosión de sentimientos que salían de los muletazos de El Juli esta tarde, ni tan siquiera la Infanta ha sabido contener sus emociones. Ha disfrutado como una aficionada más. Y no dudó en sacar el pañuelo de su bolso y blandirlo al aire sevillano en demanda de los trofeos para El Juli. Su pañuelo sumaba uno más, de forma democrática. Lo hizo en sus dos toros, como el resto de la plaza. En el primero de El Juli, en el que Paco Teja erró al no conceder las dos orejas (después compensó perfectamente al sacar los dos pañuelos a la vez en el cuarrto; errar es de humanos), la ‘Infanta del pueblo’ no dudó en insistir hasta la saciedad, mover su pañuelo insistentemente hacia el presidente y echarle hasta unas miraditas intimidatorias. Fíjense en la fotografía adjunta, que tan real lo vivió la Infanta -revolucionaria del pueblo esta tarde frente a la autoridad-, que aunque está ya el alguacilillo con la única oreja concedida en la mano y el toro ya está arrastrado al desolladero, ella sigue exigiendo son su pañuielo un segundo trofeo. Sevilla la embriagó de sus pasiones, la ha hecho suya y la ha unido a sus gentes y costumbres. Bienvenida Elena, la ‘Infanta del pueblo’. |
GALERÍA GRÁFICA de MATITO |
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