«…Tal vez, lo que el torero busque en una actuación tan difícil de asimilar sea iluminar ese oscuro tiempo de espera en el que ni el propio tiempo ya se ve. Será como un fogonazo que ilumine el sueño de lo que quiso ser y no fue…»
Manuel Viera.-
Me gustaría conocer y sumergirme en esa especie de confesión intima que hace para sí mismo quien decide tomar tan triste determinación. Me gustaría saber el testimonio tremendo del momento en que se pierde la ilusión y llega la desesperación. Me gustaría bucear en su intimidad y penetrar en sus secretos con tal de averiguar el misterio de la decisión sin pretender desvelarla. Me gustaría saber por qué en ese momento dado se le da el carpetazo a la esperanza de poder llegar, se pierde la confianza y se decide lo que no da lugar a la vuelta atrás y es mínimamente rentable. ¿O es que acaso por así obrar se siente en paz consigo mismo? Quizás así se le acabe de una vez la angustia y la espantosa zozobra de esperar lo que nunca llega.
De manera que ahí va: Fernández Pineda solicita el ingreso de manera oficial y formal en el club de los olvidados. Y es tal la confusión que me produce que no llego a comprender lo que parece obvio. No lo sé. Ni tampoco llego a imaginar el origen que le hace tomar esta postura a un joven diestro, aún con posibilidades, que ha transmitido en el ruedo y ante el toro las mismas sensaciones de verdad que ahora quiere transmitir con su libre elección cargada de impotencia.
A quien siempre consideré un buen torero, con escasa suerte, me lo veo anunciado de sobresaliente en uno de los carteles de más tirón de la próxima Feria de Abril: el mano a mano entre Miguel Ángel Perera y Daniel Luque. Su hartazgo, quizá, le ha llevado a esto después de una alternativa en la Maestranza con Joselito de padrino y de testigo José Tomás. Después de inoportunos accidentes que rompían ilusiones y dejaban en cuarentena tardes de triunfos. Después de lidiar con duras corridas en carteles de preferia o tardes del estío sevillano.
Tal vez, lo que el torero busque en una actuación tan difícil de asimilar sea iluminar ese oscuro tiempo de espera en el que ni el propio tiempo ya se ve. Será como un fogonazo que ilumine el sueño de lo que quiso ser y no fue. Aunque sabido es que en ese mismo momento en el que acepta con humildad, y al mismo tiempo con honor, atravesar el ruedo detrás de quienes son únicos protagonistas, el olvido ha caído para siempre sobre el buen torero.
Yo prefiero el recuerdo de su sevillano toreo que verle hacer el paseíllo en una tarde que nunca será para él.
*Manuel Viera es redactor y responsable de las crónicas de Sevilla Taurina, así como miembro del equipo del programa ‘Toros y Punto’, de Punto Radio Sevilla. (manuelviera.com).