Petardo entre el contento general

Álvaro Acevedo.-

     Un somero análisis del juego de los toros de Juan Pedro Domecq y Parladé en los últimos años bastaría para su exclusión automática de los carteles de Sevilla durante varias temporadas. Sencillamente, hasta que hicieran méritos para su regreso. Como no hay manera, los fiascos se suceden uno detrás de otro con el beneplácito de la afición maestrante, que el 26 de septiembre tocó fondo celebrando dos horas y media de martirio con la delirante petición de una oreja por una faena que casi no existió.

     Volviendo a lo grave, a lo que motivó semejante petardo de espectáculo, señalamos que la corrida de Parladé fue un muestrario del 'anti-toro'. Ni casta, ni bravura, ni calidad, ni nobleza, ni fuerza… No hubo forma, pues, de que uno de estos inútiles arrastrara el hocico por el suelo diez veces seguidas. Evidentemente, no se pudo ver torear, salvo en seis naturales milagrosos de Morante a su primer toro, que enseguida se puso a la defensiva. Al tercero, un mulo en toda regla, le quitó las moscas como es debido; y con el quinto, intentó vanamente el toreo por abajo ante medias arrancadas molestas y cortas. Pero no hubo forma.

     A su lado Sebastián Castella, que estuvo entregado y voluntarioso. Su primera faena transcurrió entre desarmes, ganas y sustos, con voltereta incluida que no pasó a mayores ante un oponente tan deslucido como peligroso; la del cuarto, desesperadamente soso y blando, con el público suplicando que terminara ya con aquella sinrazón; y la del sexto, un manso que se paseó como incomodado por el valor del torero, tuvo un emocionante inicio de pases cambiados y poco más. Castella lo intentó sin brillo entre el palmoteo general y la aquiescencia de la música, pero el toro no quería seguir la muleta y se distraía o pegaba arreones intempestivos. Finalmente, planteó su clásico arrimón de última hora pero el de Parladé, que seguía a lo suyo, le impidió meterse en su terreno. A pesar de todo (y del bajonazo con que mató al buey) el cándido público sevillano empezó a sacar pañuelos y al presidente se le ocurrió conceder una oreja sencillamente de portátil.

     Fue la magnánima y preocupante respuesta de la afición frente a la enésima broma de mal gusto perpetrada ante sus narices y a costa de su bolsillo. Pero como parece que les gusta, el año que viene, más.

*Álvaro Acevedo es periodista taurino sevillano de Cope-Sevilla, 6Toros6 y Cuadernos de Tauromaquia. / Crónica publicada en 6Toros6.