El diestro Morante de la Puebla ha sido corneado en la corrida celebrada hoy en la plaza de toros de El Puerto de Santa María. José Antonio ha sufrido una cornada grave en el tercio medio del muslo derecho. El percance sobrevino cuando el torero sevillano pisó la muleta al concluir su faena al quinto toro y cayó al albero, quedando a merced del astado, que le levantó del suelo con sus pitones. La cuadrilla paseó una postrera oreja, premio exiguo para quien marcó distinción con la solemnidad de su toreo
Redacción.- El balance de las actuaciones de toreros sevillanos que han realizado el paseíllo hoy, viernes 7 de agosto, ha sido el siguiente: CORRIDAS DE TOROS
En crónica de Manuel Viera sobre la actuación del sevillano Morante de la Puebla esta tarde en la plaza de El Puerto, "hay un más acá y un más allá de las cosas. Pero el toreo de Morante de la Puebla no está más acá de la razón, sino más allá. El hecho es que más allá de la necesaria técnica, más allá del valor, más allá de la distinción de unas peculiares formas existe lo sublime, lo inesperado, lo sentido, la riqueza extraordinaria de una manera de ser, de una manera de mostrarse de un torero que huye de la monotonía cotidiana, de lo mecánico, para buscar sensaciones nuevas que crean y recrean la belleza allí donde está verdaderamente: hoy en la derecha de un genio, de un sabio trascendente y profundo además de ambicioso y decidido. El resultado de la faena al noble y bravo sobrero de María de Carmen Camacho, lidiado en quinto lugar, a juzgar por la total entrega en los pases diestros fue magistral. Muletazos extremadamente largos, ligados, elegantes, de bellísimo pulsear y primorosos remates: ora con los de pecho, ora con molinetes y cambios de mano. Morante se hundió en sus sentimientos artísticos dentro de una concepción de toreo estrictamente morantista, y que atiende a sus más que demostradas formas impregnadas de un romanticismo muy a la sevillana. Y cuando la obra estaba a punto de concluir, y al rematar unas de las tandas de muletazos el sevillano que pisa el engaño y cae de espaldas a merced del toro que le empitona por el muslo levantándolo del suelo, para después hacer presa de nuevo en el torero cuando inerte yacía en la arena. Morante toreó sin prisa, como siempre, pero decidido, manifestándose de una forma excepcional con la derecha, donde fluyó su peculiar estilo. Importantísima faena que logró trasmitir con su característica solemnidad a un público que, tras la grave cogida, le pidió insistentemente las dos orejas, mientras que un palco presidido por una incompetente señora, sin sentido y de nula sensibilidad, las negó. Un mísero apéndice paseó la cuadrilla en doble vuelta al ruedo, y cuando se dirigían a la enfermería para entregar a su maestro el trofeo conseguido la sonora bronca dedicada al palco se escuchó en Cádiz. Al segundo, complicado por sus embestidas descompuestas, lo toreó despacio a la verónica rematando los lances con una soberbia media. Los detalles en la faena de muleta fueron momentos de un extraordinario toreo que no tuvo continuidad. A este lo mató mal".
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