«…Y es que desde los tiempos de Puerta y Camino no se había dado una pareja de toreros para cubrir esa impenitente dualidad en cualquier faceta de la vida sevillana. Pusieron el mingo Morante y El Cid el sábado donde el Río Grande se convierte en mar océana. La estética y la ética que portan en sus tuétanos el cigarrero y el saltereño están renovándose de tal forma que el estético se ha abrazado a la ética de estar bien siempre…»
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