La reveladora personalidad de Ignacio González
Real Maestranza – Novillada con picadores de abono, Domingo 21 de Junio de 2009
Sandra Moscaso ha saludado a la única ovación de la tarde tras realizarle al cuarto, el mejor utrero de la descastada novillada de Macandro, una faena incompleta en la que sobresalieron intensos momentos con la diestra y algún que otro natural, mientras que Ignacio González ha vuelto a mostrar su valor y raza con un toreo de quietud y ligazón, aunque sus faenas no obtuvieran la nota deseada. El sevillano debutante Juan Mari Rodríguez, herido al entrar a matar a su primero, esbozó un toreo con aires de artista sin que lo hecho alcanzara más trascendencia que la voluntad por agradar.
Manuel Viera.- Lo difícil del toreo, lo que hace de él un arte, es la despiadada exigencia de calidad que le aplica el público, con criterios subjetivos, sí, pero ajustado a su canon. Lo difícil del toreo es, también, que se necesita casi tanto talento para crearlo como para gozarlo. Quizá por esto transmita esa emoción provocada por las diferentes sensaciones y sentimientos que de él emanan. Sin embargo, hay que ser serios en este juego de la vida y de la muerte. Lo serio está peleado con lo ficticio, con el ademán exagerado, con la postura de artista si esta se compone antes y después de ejecutar ese supuesto toreo. Así lo pienso y así lo digo. Las formas expuestas por el debutante, aunque ya metido en años, Juan Mari Rodríguez no dejan de tener un halo de artista, de parecerlo al menos en la puesta en escena, aunque después le cueste demostrarlo con capa y muleta. Sí es verdad que el sevillano de Cantillana torea poco y se le nota. Con escaso bagaje a sus espaldas apostó al todo o nada esta tarde en la Maestranza. Difícil papeleta cuando el valor está bajo mínimos y el toreo se esboza monótono y poco flexible. Mostró voluntad con la capa y anduvo a la deriva, entre la molestia del viento y su aire de artista, con la muleta sin que lo hecho a un novillo noble y rajado tuviera más trascendencia que sus ganas por agradar. Cuando se disponía en un tercer intento a terminar con la vida del utrero fue cogido y herido en el ano, dejando el descabello en manos de Sandra Moscoso y pasando a la enfermería, de la cual no salió. Sandra Moscoso interpreta el toreo con un entusiasmo poco común, de ahí que resulte a veces acelerado e incluso atropellado. En esta ocasión brindó su mejor versión en la lidia del extraordinario cuarto, un buen novillo con transmisión en sus embestidas y con un destacado pitón izquierdo. Con la derecha tuvo momentos intensos, pero sin acabar de cogerle el ritmo a una embestida noble y de calidad, aunque ello no fue óbice para que el resultado de lo hecho fuese sugerente a la vista del público. Mató mal, y atrás quedó una faena dispersa e incompleta, en la que sobresalió un escasísimo toreo al natural y algún que otro ayudado por bajo o trinchera que le otorgaron personalidad a unas formas hoy muy lejos de la emotividad acostumbrada. Con el primero, noble y soso, le costó mandar en la embestida y acabó sin encontrar su sitio. La espada sigue siendo su punto débil. Al que lidió en sexto lugar por Juan Mari Rodríguez, todo un toro por hechuras, le puso sus dosis de voluntad para realizar un toreo que quedó sólo en lo superficial. Ignacio González mostró toda la tarde un entusiasta empeño por conseguir su objetivo. Con el manso tercero puso en práctica la única manera de poderle y encarar las complicadas embestidas, haciendo toda una exhibición de valor, raza y ganas por conseguir faena. El cordobés cumplió con estos requisitos, se arrimó, se quedó quieto e intentó hilar lo escasos muletazos a derecha e izquierda para evitar así la huida a tablas del novillo. Interesante quehacer de González en el que sólo cabe lamentar el estrepitoso fallo a espada, algo frecuente en él. Con su segundo, noble y demasiado parado, el repertorio de pases diestros se adaptaron a la perfección a las bondades del novillo con series ligadas de no más de tres muletazos. Volvió a su quietud, al parón, a estar entre los pitones con el resultado final revelador de la personalidad del que quiere, con valor y toreo, comenzar a recorrer el camino que le lleve a su objetivo. Aunque hoy los silencios del respetable le avisaran de un nuevo compás de espera.
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