Un toro claudica en Feria antes de entrar a matar. FOTO: Matito.
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Vicente Zabala de la Serna.-
No se recordaba una Feria de Abril en que los toros hayan embestido menos. Ni peor ni mejor, es que no han embestido. Simplemente. La cosa ha sido de una mansedumbre supina. Mortecino el comportamiento. El golpe ganadero perpetrado en la Maestranza ha sembrado de desencanto el corazón de la afición. A excepción de El Ventorrillo y El Pilar, el fracaso ha sido generalizado. Algún toro suelto en la preferia, pero los denominados hierros duros también han pinchado.
En el puzle hay que encajar muchas piezas, más allá de la corriente natural de la calle: empresa Pagés, culpable. Normal. "Yo pago por un espectáculo y ustedes (y sus veedores) no me ofrecen tal". También hace tres temporadas vivimos un Abril de lujo. ¿Atravesábamos entonces un ciclo alcista de casta y ahora la Bolsa de la bravura cotiza a la baja? Las ausencias han pesado: Victoriano del Río y Núñez del Cuvillo. Sobraban otros. ¿Hubiese cambiado el panorama o se habrían contagiado del gafe maestrante? Una cuestión parece clara: suerte no trae pintar toros tan feos para el cartel oficial de la temporada sevillana. El año pasado Barceló ensartó uno con hechuras de rata muerta en un pincho moruno, y este año Manuel Salinas se ha entretenido en pintar otro regordío, sin cara y sospechoso de afeitado…
En los corrillos profesionales se vuelve a hablar del problema de la inexistencia de corrales adecuados en una plaza de ensueño. Recuerdan la desaparecida Venta de Antequera, que en su día servía de desahogo como antes la hoy abandonada Venta madrileña del Batán. Los más observadores han señalado un abombamiento del centro del ruedo de la Maestranza —quizá para evitar encharcamientos como en 2008— que, en los toros con justa fuerza y poder, ha provocado, dicen, un elevado número de volatines, aunque alguno que otro ya será por lo violentamente que se lidia.
Y también ha cobrado fuerza la teoría de la negatividad del invento de las fundas. O sea, de las nocivas consecuencias que se derivarían de su uso en el comportamiento del toro, que sufre un abusivo manejo, vulgo manoseo, a la hora de colocar las protecciones en las astas y en el momento de quitárselas. Sin olvidar saneamientos y demás exigencias sanitarias administrativas, que 'domestican' la vida 'salvaje' del tótem ibérico y condicionan incluso sus movimientos.
Otra historia es saber qué eslabón falla en aquella loada iniciativa de hace años cuando los equipos presidenciales comenzaron a ir al campo para darle el visto bueno a los toros para embarcar y viajar. ¿Ya no vale aquello? ¿Por qué se han descabalado unas cuantas corridas en los bailes de corrales? ¿Su dictamen previo no es vinculante ni entraña ninguna responsabilidad? Por otro lado, al ganadero siempre le rechazan justito los que iban a embestir…
Por último, existe demasiada desproporción entre el toro de farolillos y el torazo de la semana previa. Ahora mismo no se sabe a qué definición respondería el antes llamado 'toro de Sevilla'.
En fin, que con el toro se hundió Abril.
*Vicente Zabala de la Serna es periodista taurino madrileño de ABC. / Publicado en ABC
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