El torero sevillano se vacía en los lances de capote en su segundo toro, haciendo estallar a la plaza de toros de Madrid, enloquecida ante tanto caudal de arte torero. Otra faena histórica de Morante esta temporada después de la protagonizada en la Feria de Abril en Sevilla. El toro de Juan Pedro Domecq, de escaso fuelle, sólo le dejó algunas tandas de exquisitez sobre la mano derecha en la faena de muleta, cortando finalmente una oreja de una dimensión muy distinta a las restantes.
Redacción.- El balance de las actuaciones de toreros sevillanos que han realizado el paseíllo hoy, jueves 21 de mayo, ha sido el siguiente: CORRIDAS DE TOROS
Según la crónica de nuestros compañeros de burladero.com, "Morante se vació al completo en Madrid y conmocionó a la plaza, que hoy recuperó su cordura y volvió a rugir como ninguna otra ante una obra de arte, la inspiración pura, el toreo en carne viva, el desgarro hiriente de un lance a la verónica con los riñones metidos y las muñecas de orfebrería. Morante, un ángel venido de La Puebla para convulsionar Madrid, detuvo el tiempo. Literalmente. Tanto, que cuando salía un último toro un operario tuvo que subir a darle cuerda al reloj. Era lo menos que podía pasar cuando uno ve un recital como el del sevillano. Con el capote y la muleta. Se hablará mucho, mucho tiempo, de la faena de Morante. El único que no quiso sumarse a la Fiesta fue el de Juan Pedro, que se acabó en la primera serie y dejó a todos, a Morante el primero, con la miel en los labios. No es justo. Y no es menos cierto que, hasta que el toro se paró, y también después, Morante se hinchó a torear, roto como pocos, inspirado como nadie, desgarrado como ninguno. El recital del toreo a la verónica fue de órdago. ¿Paula con el toro de Benavides, hace 22 años? Superior. El que escribe no ha visto torear nunca tan despacio, tan a cámara lenta, tan deteniendo el tiempo en una verónica por el pitón izquierdo. El recital comenzó nada más salir el toro por chiqueros. A la verónica, meciendo la capa, con plasticidad y hasta ternura. El galleo por chicuelinas no fue de esos de al paso, sino toreando en cada lance, embarcando al de Juan Pedro de frente y llevándolo toreado. ¿Quién dijo que la chicuelina es un lance menor? No en manos de un genio. Pero quedaba la fiesta mayor. Un quite histórico, de los que recogerán las hemerotecas. A la verónica, hundidas las zapatillas y el mentón, metidos los riñones, firme el capote pero con manos de seda. Una, dos, tres y cuatro verónicas como cuatro carteles de toros; dos desgarros del alma por el pitón izquierdo. No se puede torear más despacio. Ni la superlenta es capaz de detener tanto el tiempo. Antológico. Pero Morante, enrazado a más no poder, quería más. Y no permitió que ningún compañero entrase en quites. Era su fiesta, su recital, su obra maestra. Y a golpe de chicuelina continuó esculpiéndola. ¡Joder como ha toreado Morante de capa! No terminó ahí la traca, había para más, para mucho más. Lo que quiso aguantar y lo que no el toro de Juan Pedro. La primera serie, en redondo, fue colosal. Trayéndose y soltando al toro por dentro, a cámara lenta, rompiéndose, hiriéndose el alma en cada muletazo. La plaza se vino abajo y el cabrón del toro también. ¿Del toreo a la bravura? Y un cuerno, a la basura mejor. Se apagó el toro más no la inspiración de Morante. Por uno y por otro pitón. Por los dos se puso, de frente, a pies juntos, templado siempre, provocando cuando el bruto dijo nones. Hay que ser desgraciado para no embestir cuando un genio así te cita y te embarca. Morante pinchó y después dejó una estocada baja ¿Y qué? ¿Acaso su oreja vale menos que todas las cortadas juntas esta Feria? Si Madrid fuese Madrid, a Morante lo habrían sacado en hombros. Vale ya de reglamentos absurdos. Esto es torear".
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