¡Vaya faena, Juan!

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«…Con él estaba asegurado (incluyendo los lógicos errores menores que cada cual puede cometer en su labor) una defensa de las normas básicas del espectáculo taurino. Si hay torero de toreros, se puede decir que Juan es presidente de presidentes. Su prestigio no sólo era reconocido en Sevilla, sino fuera de Sevilla, siendo un ejemplo válido para cualquier presidencia de cualquier plaza. Los taurinos van a ser reyes en los corrales y miedo me da pensar lo que va a pasar en adelante con las presentaciones de los astados en Sevilla, si ya de por sí estaba mal……»


Francisco Mateos.-

     La marcha de Juan Murillo, por razones que deben explicarse cuanto antes, supone un nuevo duro golpe al muy devaluado prestigio de la Real Maestranza. Parece que hay una 'mano negra' intentando que Sevilla pierda su sitio. Jamás antes se había tenido que hablar y escribir tanto y tan mal sobre los toros en Sevilla. Juan Murillo simbolizaba la veteranía en el palco, el saber estar, la tranquilidad para el aficionado en época convulsa, de probaturas políticas en el palco. Con él estaba asegurado (incluyendo los lógicos errores menores que cada cual puede cometer en su labor) una defensa de las normas básicas del espectáculo taurino. Si hay torero de toreros, se puede decir que Juan es presidente de presidentes. Su prestigio ganado a pulso en el día a día no sólo era reconocido en Sevilla, sino fuera de Sevilla, siendo un ejemplo válido para cualquier presidencia de cualquier plaza, como se ha manifestado en reuniones de formación y congresos de equipos gubernativos.

     Como él mismo describe en su libro ('De botijero a presidente'), ha ocupado todos los cargos de un equipo gubernativos: secretario de actas, delegado gubernativo,… Ha sido una carrera éticamente correcta aunque no siempre políticamente correcta. Sin embargo, esa inquebrantable idea en la consecución de sus responsabilidades le ha llevado a ser el único presidente de los últimos 20 años en permanecer en el cargo a pesar de los continuos cambios de delegado de la Junta de Andalucía en Sevilla.

     Personalmente es un tipo que merece mucho la pena. He conocido pocas personas tan tolerantes y abiertas. Por mucha presión y tensión que tuviera en los reconocimientos o cualquier otra tarea de su cometido, Juan siempre descolgaba su teléfono para atender a los medios. Lo conocí al poco de su primer año como presidente, tras el cese del recordado José Luis León. Previamente había publicado un artículo duro en la forma, aunque correcto en el fondo, sobre su titubeante comienzo, con errores palpables. En los primeros tratos que mantuve con él no hubo ni un único reproche; nada. Ninguna referencia, y me atendía como a uno más, o, incluso, con mayor atención. Aquello me desarbolaba. Una actitud tan tolerante y abierta. Después, con las primeras confianzas, sólo hubo alguna referencia suya, en plan de cariñoso guiño a aquel tema, con el que ya terminó de convencerme de cómo es com persona y cómo acata sus responsabilidades.

     Su marcha se debe a un cúmulo de circunstancias. Durante la Feria de Abril ya se veía venir que, o bien lo cesaban, o bien se iba. De hecho ha aguantado la Feria de Abril por ejercer una vez más su responsabilidad, porque su intención fue dimitir casi al minuto de ser nombrado. Ello significa –es de cajón- que las relaciones o su confianza con la nueva delegada de la Junta en Sevilla, Carmen Tovar, no debe precisamente la mejor. Tampoco es éste el único motivo; está claro que sus relaciones con la empresa Pagés son también tensas y con demasiadas presiones. Durante los últimos años, la Delegación ha ido cediendo terreno a los taurinos, en forma de ceses o cabezas cortadas de presidentes con personalidad y defensores más del público que del taurino; lease los casos de Francisco Teja o Antonio Pulido. Salvo por la meridiana experiencia de Gabriel Fernández Rey -que aún no se puede considerar una experiencia alta-, el palco que queda en la actualidad es endeble. Además del citado Fernández Rey, el único capacitado para estar en él, no es de recibo que los otros dos presidentes sean Anabel Moreno, con tan sólo dos años de experiencia en Sevilla, sin que antes haya ejercido en ningún otro palco, y durante los que ha acumulado graves y visibles errores (la negación de orejas el año pasado a Pepín Liria, vuelta al ruedo a un 'victorino' sin petición,…), y un señor llamado Julián Salguero, que nunca ha presidido antes, y que este año debutará en la Maestranza directamente en festejos menores. Así, los taurinos van a ser reyes en los corrales y miedo me da pensar lo que va a pasar en adelante con las presentaciones de los astados en Sevilla, si ya de por sí estaba mal…

     En relación con el veto que la empresa Pagés me ha impuesto este año por ser 'un niño malo' –simplemente discrepar con respeto de algunas de sus actuaciones-, estuve hablando con Juan Murillo durante la Feria de Abril. Se interesó más que por la absurda situación en sí, por el estado de ánimo mío, quedando despejada su duda al poco de comenzar a hablar. Esa conversación no la puedo desvelar detalladamente, pero contenía claves de su marcha. Al final me lanzó un mensaje Juan, un mensaje que le tendría que lanzar yo ahora, porque si yo ese mensaje lo sigo cumpliendo, él parece que se cansó antes. O lo cansaron demasiado. Lo han cansado entre unos y otros. El mejor presidente de las últimas décadas en la Maestranza se marcha. La presidencia de Sevilla queda huérfana de experiencia. Pero aquí no pasa nada. La Junta de Andalucía sigue mirando para otro sitio en relación con lo que está sucediendo en Sevilla: malas presentaciones del ganado, críticas generalizadas de la prensa, comunicados de la Unión de Abonados, vetos, comunicado de la Asociación de la Prensa, dimisión de presidente, pases de callejón sin reconocerse por la empresa,… Y sin embargo la Junta de Andalucía, máxima garante del espectáculo taurino, ni sabe ni contesta. Ni está ni, lo que es peor, se la espera. La situación taurina en Sevilla sigue en caída libre. El prestigio de Sevilla se sigue devaluando a marchas forzadas. Qué pena. ¡Vaya faena, Juan!

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