«…Tras nueve años de orfandad y de fidelidad a su torero de siempre, la plaza de Sevilla se entregaba al empaque, la marchosería, el temple y la estética de un torero. La tarde del 28 de abril de 2009 pasará a la historia de Sevilla como la de un nuevo compromiso con un torero propio. No hubo orejas, qué más da, pero sí se logró con Morante que por las casetas vuelva a hablarse de toros, como cuando Curro estaba bien. ¿Qué trofeo mejor que Sevilla vuelva a enamorarse?…»
|