Apabullante quietud de Talavante y agresiva plenitud de El Juli

En una interesante tarde de toros, con notable juego de los astados de El Ventorrillo, El Juli ha mostrado toda la dimensión de su toreo con una excelente faena al cuarto, que dejó sin rubricar con la espada, minimizando un importante triunfo. También Talavante ha sabido aprovechar las nobles embestidas del tercero, realizándole una faena basada en la quietud y la ligazón, que supo rubricar con la espada y que fue premiada con dos orejas. Por su parte, El Cid dejó definir otra importante faena al toro más bravo del festejo y de lo que va de Feria, el corrido como sobrero en quinto lugar.

Manuel Viera.-

El Juli se ha hecho mayor, pero apenas se le nota en el físico. Sólo, quizá, en el porte de sus formas, en lo asentado de su toreo. Después mantiene incólume su sapiencia. Atrás quedó ese espíritu infantil, inquieto y revolucionario del niño torero. Pero Juli sigue siendo aquel prodigio de torero claro en las formas, directo y puro en el concepto, y emocionante en la ejecución, apreciándosele, es obvio, una mayor finura en el pase como consecuencia de su madurez.

La capacidad de El Juli para transmitir la transcendencia de su toreo mediante el lenguaje estético del pase a derecha e izquierda ha quedado demostrada en la gran faena al cuarto, un toro de notable calidad en sus embestidas aunque escaso de raza. La faena fue producto de su extrema madurez. Cinco veces se pasó al cornúpeta ajustado a sus piernas sin mover un sólo músculo y con las zapatillas atornilladas en la arena en el inicio de faena. Sensacional. Después las series zurdas mostraron el refinamiento y elegancia, la despaciosidad y el temple, el ajuste y la verdad de un toreo para soñar. El trazo a izquierda y su hondo desarrollo, tan ligados y rematados, y los inmensos adornos de final de faena, junto a valor desmedido de los desplantes encimistas, fueron la expresión de unas formas verdaderamente emotivas. El Juli toreó. Lo hizo muy despacio a la verónica y mucho más al natural. Una vuelta de tuerca más. Una nueva oferta de su toreo con la que ofreció sus formas barrocas aderezadas con la filigrana sevillana del detalle torero por excelencia. La trascendente obra se quedó sin firmar. La espada no encontró el sitio en la anatomía de un animal ya agotado, descompuesto y moribundo. Una lástima.

Y al primero de la tarde le cortó la oreja. Quizá fuese demasiado premio para un trasteo que no llegó a culminar. El Juli toreó de capa muy despacio, quitó por chicuelinas ajustadas y lo hizo de muleta en intermitentes series diestras de mano

Poderoso trincherazo de El Juli. FOTO: Matito.

baja donde el temple, en unas, y el excesivo punteo en otras, marcaron el trasteo. Complicado lo tuvo en el toreo al natural, luciéndose al final con la trinchera de cartel y el pase de pecho. La contundente estocada le ayudó para concesión del citado trofeo.

Alejandro Talavante me sigue despistando. Era una incógnita antes del comienzo de la corrida y lo sigue siendo después de acabar. La apabullante quietud con la que protagonizó faena al buen toro de El Ventorrillo, corrido en tercer lugar, se convirtió después en preocupante movilidad con las embestidas del descompuesto sexto. Es decir: Talavante mostró sus mejores formas con su primero, y dejó entrever con su segundo un conformismo preocupante y una escasa ambición. Pese a las cualidades, nada buenas, del que cerraba plaza. No obstante, Talavante es un complejo torero que demostró en la faena al tercero entrega, valor, pasión y toreo. Fue competente más allá de lo exigible, y aportó siempre un toreo de matices capaces de trascender a los sublime. Su pasmosa quietud, la lentitud y sutileza del pase, su capacidad para la ligazón, sus cambios de manos… dominaron de tal forma la situación que hizo irresistible la emoción en los tendidos. La faena, cargada de intención, supuso lo mejor de un Talavante insistente que logró su objetivo. Además, también hubo en el emotivo trasteo momentos de inspiración, como ocurrió con los extraordinarios cambios de derecha a izquierda impregnados de una seductora combinación de ritmo y hondura. La fenomenal trinchera y el extraordinario molinete dieron paso a la deseada estocada, recreándose en la suerte, con la que tumbó al buen toro de Fidel San Román. Una plaza ayuna de triunfos enloqueció y pidió, de una vez, dos orejas para el torero de Badajoz.

Cuando tenía la Puerta del Príncipe entreabierta, Talavante se relajó con el complicado sexto, desistió tras breves y dudosos intentos de muleta y se fue por la espada. Todo muy extraño. Y de ahí mi despiste.

Antes, a mayores dosis de

El Cid con la diestra. FOTO: Matito.

dificultades, más mostraba El Cid su ambición para conseguir el triunfo. Aunque fuese a golpes de valor. Hoy, Manuel Jesús, se afligió en el epílogo de faena con el mejor toro de lo que va de ciclo, y posiblemente de la Feria. Ya en los lances de capa se mostró poco convencido. Y no lo estuvo hasta que en banderillas le descubrieron el buen tranco de la embestida del sexto lidiado como sobrero. Manuel, que se fue a los medios tras el brindis, le dio larga distancia y echó la muleta por delante para emanar de inmediato un toreo con dimensión, una versión emocionante del pase diestro, lento fluido, hondo y detallista. Después, a igual distancia, puso especial énfasis en demostrar que su toreo está en el natural. Muletazos zurdos con bellísimo recorrido e incluyendo el soberbio pase de pecho. Todo un filón de toreo inspirado y original. Pero he aquí que el viento desequilibra al torero y le hace dudar. Sufre un desarme y la posible obra se viene abajo y se diluye sin remisión. Tras la estocada revolotean los pañuelos en confusa petición: ¿piden trofeos para el torero u honores de vuelta para el bravo toro? De todas formas, El Cid, no completó su obra. Con el segundo, sin calidad en sus embestidas y muy complicado, se justificó.

Interesante tarde en que los toros de El Ventorrillo, desiguales en presencia pero de notables embestidas, propiciaron el triunfo.

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