Real Maestranza – 8ª Feria de Abril, Viernes 24 de Abril de 2009
Una tarde más, el toro manso y descastado no ha posibilitado el triunfo de una terna de figuras y prometedora promesa. Los toros de César Rincón dejaron su raza en El Torreón, y ni Ponce, ni Manzanares, ni el joven diestro sevillano Daniel Luque pudieron lucir otra cosa que sus ganas y voluntad por agradar. La mayor ovación de la tarde, y quizá de lo que va de Feria, se la llevó un banderillero sevillano, Curro Robles, que con su aguante, valor, verdad y torería fue protagonista absoluto de un festejo para olvidar.
Manuel Viera.- Casi al límite del último segundo de la tarde apareció Curro Robles con la fuerza de su toreo -banderillear también es torear-. Con su ambición. Con su verdad. Con su aguante, con su valor y su torería. La forma de acudir al toro, de esperarlo, de jugársela, de clavar… llenó de refinamiento y vitalidad emotiva otro festejo abocado al aburrimiento. Los fenomenales pares de banderillas, clavados con excepcionales maneras, surgieron cuando la tarde se apagaba sin remisión, y constituyeron un excelente tercio de momento imborrable y magníficamente ejecutado. Curro Robles sobresalió con luz propia cuando se apagaba y oscurecía la plaza con los mansos toros de Rincón, sin que se vieran más momentos emotivos que los derivados del perfecto tecnicismo de Ponce, el virtuosismo -por momentos- en el trazo del natural de Manzanares, y el considerable esfuerzo del sevillano Luque por conseguir faena con los descastados toros de César Rincón. Gloria, pues, para este otro Curro. Nada mejor para comenzar la novena corrida de abono que ilusionarse con la intención de Enrique Ponce y su depurada técnica. Aunque esta vez, entre las cansinas embestidas del primer toro de El Torreón y la excesiva temperatura climatológica que se padecía en la plaza, la extrema madurez del diestro de Chivas pasaba desapercibida. A pesar del artesano toreo de capa, del notable inicio genuflexo, de la gracia de los detalles, de la extrema lentitud del toreo diestro, del excelso cambio de mano… A pesar de todo ello, a Ponce le invitaron a coger la espada para liquidar cuanto antes al noble y rajado toro. Con parecidas características se comportó el noble y desrazado cuarto. Y, claro, el veterano espada insistió, como no podía ser de otra forma, por el izquierdo y por el derecho, sin ofrecer a cambio nada de interés, y… el aviso no se hizo esperar. A ambos los finiquitó de estocada precedida de pinchazo. José María Manzanares es un torero de primera categoría. Nadie lo duda. Aunque sus formas hacen hincapié en el toreo más clásico, su arte no brilla menos con otros repertorios de pases tal como fue el caso de la emotiva demostración del natural al noble segundo, un toro de notable calidad aunque demasiado soso en sus embestidas y rajado en el epílogo del trasteo, y el empaque en el sensacional cambio de mano. Decisión en las bonitas formas pero sin lograr objetivos. Las series, demasiado cortas -dos y el de pecho- no calaron en unos tendidos que demandaban con insistencia una ligazón de tres y más pases que se hacía imposible. Unos naturales de mano baja y bien hilvanados dieron fin a una faena que quedó sin firmar con la espada. El segundo iba y venía al engaño con sosería cansina. El buen dibujado toreo de Manzanares no encontró eco en los tendidos, hasta tal punto que le pidieron con leves pitos que desistiera de inmediato. Con estocada terminó su primera entrega en el ciclo. Daniel Luque ha perdido la inocencia y ganado definición con su mejor aprendida técnica. La línea ascendente de su toreo se difuminó esta tarde con toros mansos, bruscos y rajados. Y así le fue imposible demostrar el toreo que le ha de llevar a lo más alto de la cúspide. Su toreo de capa tiene gracia, verdad y empaque. Lo hizo muy despacio, en los medios, en el saludo al peor toro del encierro del espada colombiano, el tercero; después no hubo forma de robarle un muletazo a un manso aquerenciado en los medios al frescor de la boca de riego. Al brusco y complicado sexto, el toro que hizo brillar en banderillas a Curro Robles, le echó altas dosis de ambición y valor. La faena, ante la impotencia del sevillano por la escasa calidad de las embestidas, se diluyó con demasiados altibajos sin que el de Gerena le cogiera el pulso al rajado animal. No escatimó esfuerzos por agradar y se arrimó sin cuento en busca de lo imposible. Tras el espadazo trasero, una ovación despedía al torero y a otra tarde de aburrimiento y sopor. mOTRAS INFORMACIONES DEL FESTEJO: aGALERÍA GRÁFICA de Matito
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VER GALERIA COMPLETA | VOLVER A TEMPORADA Sevillanos de plata con nombres de oro Francisco Mateos.- Otra corrida sesteante (de aficionados a la siesta, vamos; no de aficionados a la Fiesta), con toros aborregados, descastados y mansos. No hay nada más plomizo y fuera de su ser natural que una corrida de toros sin emoción. Las faenas pasan como pasamos las hojas de un calendario, sin mayor emoción. Una, dos, tres, cuatro,… Y así hasta los seis de El Torreón de hoy. Si echamos la mirada atrás de lo que llevamos de Feria, la cosa no es para tirar cohetes, porque además hemos pasado el tramo 'torista': de 42 toros y novillos lidiados -dejando al margen la de rejones y el triunfo de dos orejas de Ventura-, apenas 2, o 3 toros a lo sumo para destacar. El tercero de Palha al que le cortó Salvador Cortés una oreja; la oreja que ganó Curro Díaz al cuarto de Pereda; y la que podría haber cortado Luis Vilches al quinto del Conde de la Maza, si no falla con el acero. Escaso bagaje: tres toros de 42 lidiados. Y a falta de otros argumentos, la tarde vino bien para poner en valor y al alza a hombres de plata sevillanos, que cada año se asientan más. Esta tarde han brillado con luz propia tres nombres en las cuadrillas. Pedro Morales 'Chocolate', el sevillano de Sanlúcar la Mayor, que ha picado más que bien al quinto de la tarde, citando con pureza, manejando bien las riendas y tirando el palo antes de que llegue el toro al peto. Y dos sevillanos de plata que ya se han hecho con un importante hueco entre los mejores banderilleros: Curro Javier y Curro Robles. El primero se lució en el quinto con los palos, y Curro Robles fue todo corazón en el sexto, teniendo el privilegio de oir la música tras colocar dos buenos pares de banderillas. |
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