José Antonio del Moral.-
Aunque todo el mundo sabe ya que Morante y El Cid actuarán mano a mano con toros de Victorino Martín en la próxima Feria de Abril, el tan prontamente anunciado acontecimiento tiene más calado que la incuestionable expectación que acaba de levantar. Independientemente de que a quien se le haya ocurrido el evento -Morante dijo que a ellos dos durante un amigable almuerzo entre compañeros-, el notición le ha venido de perlas a los organizadores por surgir cual perfectamente diseñado plan de choque en varias direcciones: paliar el mal ambiente con que terminó la temporada pasada en la Maestranza a cuenta de tantas e indebidas suspensiones; situar de una vez por todas a Morante de la Puebla en su plaza, donde hacía tiempo debería haber reinado; hacerlo además con la ayuda inestimable de El Cid al tiempo de insuflar a éste de más fuerza ante el acoso de nuevos valores foráneos a los que Sevilla ya ha dado venia triunfal; y cortar en seco las pretensiones de José Tomás a quien, sin cerrarle la puerta, le obligan a cumplir debidos requisitos si de verdad quiere comparecer en el 'marco incomparable' que, por cierto, es lo que más le convendría en la tercera temporada de su regreso.
Los empresarios de la plaza de Sevilla necesitaban limpiar imperiosamente el mal sabor de boca con que se cerró la pasada temporada que, además de no ser tan buena como el año anterior -cosa que no se puede achacar más que a la siempre incierta buena o mala suerte de las ganaderías y de los toreros comparecientes- añadió sucesivas y algunas no sólo inoportunas sino dudosas suspensiones debidas al mal estado del ruedo maestrante, a estas alturas todavía e increíblemente sin el debido drenaje que impida sus muchos, graves y crecientes encharcamientos cada vez que llueve más de la cuenta. Ignoramos si este problema va a subsanarse al mismo tiempo que se reforman las gradas de sombra -que a partir de ahora se van a llamar 'tendidos cubiertos' y van a costar casi lo mismo que los despejados- y la
instalación de moderna megafonía, pero lo que nadie puede dudar es que la próxima temporada sevillana necesitaba un fuerte revulsivo y, además, que se conociera con tiempo suficiente para restaurar y calentar el muy enfriado ambiente taurino de la ciudad tenida como la más emblemática del mundo al respecto.
Tal objetivo se ha logrado con creces y ahora sólo hace falta esperar a ver cómo toma carta de naturaleza contando con la ayuda de Victorino Martín quien, gracias a esta conjunción, no sólo se consagra como favorito entre los ganaderos, sino como doblemente imprescindible, tanto como criador netamente 'torista' que como 'torerista'. Doble condición muy difícil de lograr, pues supone una cima, digamos, para todos los gustos. Si Victorino se estira con lo mejor que pueda ofrecer y a cada uno de los dos toreros les correspondiera, al menos, un toro para cuajarlo a gusto, el gran espectáculo tendría muchas y muy buenas consecuencias. Esperemos que Victorino sea esta vez más fiel que nunca a su fama de conocer perfectamente lo que tiene y que sirva lo mejor.
Por lo que respecta más particularmente a Morante, al que le bastaría su nuevo estado de gracia o amistad con Eduardo Canorea para instalarse definitivamente como torero netamente sevillano y no sólo por preferencias del público sino por hechos repetidamente triunfales, si en el mano a mano lo consigue, sería un zambombazo colosal que incluso mejoraría su caché sin necesidad de precontratos ni de exclusivas imposibles de cumplir sin hazañas frente a ganado tan en principio inconveniente para los toreros llamados 'artistas'. En cualquier caso, a Morante le honra el reto.
Y por lo que corresponde a El Cid, ya sobradamente acreditado como mejor y más regular intérprete frente a las reses de la mítica ganadería, sumar otro gran triunfo más con 'victorinos' y en tamaña tesitura, reforzaría su tan costoso como bien ganado marchamo de figura y repararía el ligero bajón que sufrió en el conjunto de su temporada de 2008, lo que le permitiría emparejarse mejor con las nuevas y más jóvenes estrellas: Miguel Ángel Perera y José María Manzanares. Claro que uno de estos dos no podrá torear en la corrida del Domingo de Resurrección, en la que ya están fijos Morante y El Cid. Para colmo y como una cosa llama a la otra, concretamente Morante actuará en la Maestranza otras tres tardes a repartir en el abono: dos en abril y otra en San Miguel o, quién sabe, si el 12 de octubre para lo que rumía hacerlo en solitario con seis toros.
Pero el efecto que tendrá el mano a mano de Morante y El Cid con una corrida de Victorino, a quien más cuestiona e incumbe aunque se haga el 'longuis', es a José Tomás, por la sencilla razón de haber esperado demasiado tiempo y puesto demasiadas pegas e inconvenientes para su contratación en Sevilla. Aunque ya es materialmente imposible verle el Domingo de Resurrección, no le han cerrado la puerta de la Maestranza, pero sí le ha quedado ejemplarmente entornada mediante el carísimo gesto de los adelantados.
Puestas así las cosas por El Cid y Morante, ¿se imaginan ustedes la impresión que habría causado Tomás si hubiera sido el primero en pedir actuar en la Maestranza con una corrida de Victorino, mejor acompañado de lo que suele en su regreso y sin oponerse a ser televisado en directo? Eso le hubiera parecido a muchos una noticia propia del día de los Inocentes. Desgraciadamente, parece que el de Galapagar va a intentar otra campaña con pocos y muy escogidos festejos, seguro de que le bastará anunciarse donde sea para volver a llenar las plazas sin que la gente mire con quien alterna ni cuáles los toros a los que se enfrente. Veremos y allá él. De momento, Morante, El Cid, Victorino y la empresa de la Maestranza han tomado muy por delante la palabra y ahora va a ser muy complicado que se la quite nadie. Canorea ya ha respondido a quienes le han preguntado por José Tomás que por él no va a quedar fuera, pero que "si no se puede, no se puede".
*José Antonio del Moral es periodista taurino / Publicado en detorosenlibertad.com
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