«…Maestrantes y empresarios han filosofado largo y tendido sobre el albero y los días de agua. Socráticos y platónicos. Difícil acuerdo. Unos sí a la lona y otros que no a la lona. Y entre unos y otros, pobre albero. Empapaíto. Unos que a pelo. Otros que con condón. No es lo mismo, pero te curas en salud. Son estas cosas las que nos hacen distintos. Filosofar sobre el albero. Y el agua. Y la lona…»
Carlos Ruiz Villasuso.- Son estas cosas las que nos hacen distintos: el albero. A mí me gusta el albero porque me encanta Sevilla. No he pedido adopción, pero por esa ciudad de luces y empedrados viven mis amigos y mis recuerdos. Lo haría. Y por allí hay más de uno con talento. Y muchos más con gracia. Me gusta la Maestranza porque me identifico con el sentido del toreo que tiene ese recipiente de historia que es. Es como uno de esos planos fijos de Coppola en la película 'Conversaciones': por él entran y salen los que actúan. Aparecen y desaparecen. Por la Maestranza. Un plano fijo de cientos de años de historia del toreo. Cómo no me va a gustar Sevilla. Y el albero. Que me gusta. Pero más que esa arena color miel oscura me gustan los toros. Las corridas de toros. El toreo. Y no gastarme el dinero de balde. Pido perdón por haberme bajado el fin de semana de paisano a Sevilla a ver toros. Yo y otras gentes de más al norte de Sevilla. Y de más al sur, al este y al far west. Para ver los toros que organizan los señores Canorea y Valencia. Y no los vi. Vi el albero. Eso sí que lo vi. Empapaíto, calaíto hasta los tuétanos sin un chubasquero o gabardina que nadie le echase por encima de los hombros. Hombre. Ya lo siento por el albero. Lloraron ríos por Sevilla el sábado, aunque nos dejó a los de más al norte pegarnos nuestro roneo en la 'madrugá'. Madrugá de algún cantecito y abrazos a los amigos que viven en Sevilla. Maravilla. No sé si venía de Huelva o de Bilbao. El agua. Pero cayó bien de agua. Mucha. Sí. Y ese albero solito, sin nadie que le secara las lágrimas del agua de unos 'cuarentalitrospormetrocuadrao'. Más o menos. Que buen agua para mi geranio. Pobre albero de mis entrañas. Maestrantes y empresarios han filosofado largo y tendido sobre el albero y los días de agua. Socráticos y platónicos. Difícil acuerdo. Unos sí a la lona y otros que no a la lona. Y entre unos y otros, pobre albero. Empapaíto. Unos que a pelo. Otros que con condón. No es lo mismo, pero te curas en salud. Son estas cosas las que nos hacen distintos. Filosofar sobre el albero. Y el agua. Y la lona. Delante de media docena de cafelitos. Por cierto, hablando de cafés. Si yo fuera tabernero no ponía ni un café. Por un euro: un manchao ponme, pa mí cortito de café y en vaso, uno con leche que entra más, el mío descafeinado con sacarina, la leche mitad del tiempo, mitad hirviendo… Por un euro. Anda ya. Pero regreso al agua: en Feria se suspendieron un 'puñao' y San Miguel se quedó sin corridas. A pesar de la filosofada. Debatir, pensar, darle vueltas al intelecto. Partidarios de no tocarlo, que es albero. Partidarios de sí hombre, que es albero, pero que esto son toros y venimos desde muy lejos y en el hotel no nos suspenden por agua. La factura. Y por piedad, ¿qué les decimos a estas niñas de Valladolid que se han venido a ver toros? Sobre todo eso, caballeros, qué les decimos a ellas que iban a debutar en la Maestranza. Están filosofando, niñas. Estarse quietas. Esto es así porque no es no es de otra manera. A mí el albero me gusta. Sinceramente. Más que la arena de Roland Garros o esa arena color arena de Las Ventas. El suelo color plomo de Bilbao tiene su puntito, hace juego con el azul Bilbao. Pero lo que más me gusta de la arena color arena y de del pisoplaza color plomo son los toros. Ya lo he dicho mil veces: entre la Chacón y Sanchez-Dragó, me quedo con Paz Vega. Si es que se me permite elegir. Yo me voy a bajar este invierno a Sevilla para añadirme a la filosofada sobre el albero y el agua. Más que nada para aportar una madrileñada: que digo yo que con tantos adelantos sino sería posible que el albero siguiera siendo albero pero que se puedan dar toros cuando no llueve aunque haya llovido antes. Corro el riesgo de ser condenado por dosmilochista. Por lo de vivir en el año 2008. Después de Cristo. Palabra: que me gusta Sevilla. Son éstas, y no otras, las que nos hacen distintos. Las de Valladolid dicen que somos raros. Qué sabrán ellas. La norma no va a favor del público y/o aficionado. La norma, en realidad, no va a favor de casi nada. La norma va a favor de la norma y de la madre que la parió. Por ejemplo: no se pude suspender a la hora del sorteo. Doce de la mañana. Así que usted, amigo aficionado que es especie en vías de extinción, se pertrecha de paciencia y se va la plaza y se va a su localidad y se toma su cubatita (qué caros los cubatas de las plazas, ocho euros) y paga su almohadilla (mínimo euro y mitad) y luego de ver que no hay toros, que se los suspenden, se va usted al carajo, devuelve la almohadilla, sale de plaza con un cubata o dos en el cuerpo. Sin corrida, con doce euros menos por cabeza (culo) y a su casa. O al AVE. O al hotel. En donde le espera la de recepción para decirle qué lástima. Ya lo siento. ¿Se lo podían haber dicho por la mañana, verdad? Y entonces te dan ganas de 'ajorcarla'. A ella y al que parió a la norma… Qué caros los cubatas, ¿no? *Artículo de opinión publicado en el semanario taurino 'Aplausos' / Carlos Ruiz Villasuso es periodista taurino, ejerciendo su labor profesional en medios como Aplausos y TVE, entre otros. OTROS ARTÍCULOS DE OPINIÓN:
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