«…Las últimas suspensiones en Sevilla obligan a plantearse, otra vez -aunque nadie se preocupe de ello-, la modernización de las infraestructuras de un espectáculo en el que el público sigue sin contar nada más que para pasar por taquilla. La plaza de Sevilla ha batido un triste récord: hasta seis suspensiones debido, es un decir, a las inclemencias del tiempo. Está visto que el negocio taurino es tan atípico que aquí sólo cuenta la rentabilidad…»
Paco Delgado.- La plaza de Sevilla, la famosa plaza de la Real Maestranza, ha dado que hablar este año. Y no por lo mucho y bueno que haya podido suceder entre toros y toreros que en su ruedo hayan actuado, sino porque ha batido un triste récord: hasta seis suspensiones debido, es un decir, a las inclemencias del tiempo. Aunque también hay que señalar que la mayor parte de estas suspensiones se han producido por la dejadez o desidia de quienes tendrían que velar por un espectáculo que mueve muchos millones de euros y que moviliza a miles de personas que ven defraudadas sus expectativas. Tampoco se trata de que, si llueve, se tenga que dar una función caiga quien caiga -lo que es tan frecuente cuando está todo el papel vendido casi como este año en Sevilla las suspensiones-. Hay que pensar también en la incomodidad que supone una plaza abierta y sin más comodidad que poder llegar a tu localidad sin necesidad de trepar por una escala de cuerda. Pero la mayoría de las veces que se ha tenido que cancelar un festejo este año ha sido por el pésimo estado del piso del ruedo. Y eso es algo que se puede solucionar con relativa facilidad y también sin necesidad de un desembolso que obligue a ningún empeño. Y no es que se pida que, por ejemplo, se cubra la plaza -que sería lo suyo, aunque es como pedir la luna-, pero sí que se modernice y se la dote de una mínima infraestructura, que se monte un sistema de drenaje para el ruedo o que se tome una elemental precaución cuando las nubes amenacen y se cubra la arena con lonas -que no son tan caras y pueden durar tanto como la famosa pizarra que sirve para anunciar a los sufridos espectadores que se han quedado sin toros-. Pero está visto que el negocio taurino es tan atípico que aquí sólo cuenta la rentabilidad y plantearse una inversión, considerada siempre como gasto, es como nombrar a la bicha. Volvemos a lo de siempre, a la increíble paradoja de que en el siglo XXI el espectáculo de los toros siga anclado en el siglo XIX. Y, lo peor, sin que haya visos de cambio. Cuando vemos que estadios y campos de fútbol de poco más de treinta o cuarenta años se derriban para construir en su lugar espacios mucho más modernos, cómodos y accesibles, que haya plazas de toros que mantengan las barreras de cuando se inauguró hace más de un siglo es para que se caiga la cara de vergüenza. Claro que algunos la vergüenza la tienen en la cartera. Y esta no se les cae ni a tirones. *Paco Delgado es periodista, director de Avance Taurino y colaborador en varios medios. OTROS ARTÍCULOS DE OPINIÓN:
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