OPINIÓN.- Sevilla: la Feria de la lluvia y la polémica

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«…Pulido tenía razón, pero no guardó las formas. Su error fue adelantarse diez minutos al plazo de media hora que él mismo había acordado con los toreros. Qué curioso, la empresa, que por boca de Eduardo Canorea «apoyaba al cien por cien a los toreros», sin embargo «no tenía fecha ni hora para dar el festejo». Esa fue la trampa de la que no supo o no pudo librarse. ¿Quién le pone entonces los cascabeles al gato, en este caso a la empresa? Canorea se queja del intervencionismo en los toros. Pero con empresarios como él se necesita más policía…»


Los tres espadas del jueves, sobre el barrizal del ruedo.
FOTO: Matito.

Juan Miguel Núñez (EFE).-

     La polémica por un rosario de despropósitos que afectaron muy directamente al resultado de los festejos, tres de los cuales ni siquiera se celebraron con la excusa de la lluvia, obliga a unas cuantas reflexiones para pedir responsabilidades y corregir conductas para el prestigio de la Feria y La Maestranza.

     Sin duda que el más grave de los pasos mal dados en el ciclo fue la última de las tres suspensiones, con un responsable directo, el presidente Antonio Pulido, cesado en 24 horas por el delegado del Gobierno andaluz en Sevilla. Su error fue adelantarse diez minutos al plazo de media hora que él mismo había acordado con los toreros antes de decidir. Pero con el ruedo hecho un barrizal era ilógico, una temeridad dar la función. Había que velar por la integridad física de los propios toreros y sus cuadrillas, incluso de otros que también salen al ruedo, como los monosabios. Pesaba asimismo los derechos y la comodidad del espectador, con la amenaza de pasarse las dos horas y pico de corrida debajo del paraguas, además de que el espectáculo que se le ofrecería iba a estar limitado por tales circunstancias.

     Pulido tenía razón, pero no guardó las formas, encerrándose en un despacho sin querer dialogar con los toreros que hicieron plante en el centro del ruedo a donde acudió la policía ¿para conminarles de buenas maneras a marcharse, o con amenazas como dijeron después los afectados? El caso es que los toreros querían tirar para adelante, pues en sus respectivas situaciones profesionales necesitaban torear, y la empresa anunciaba que no habría aplazamiento.

     Qué curioso, la empresa, que por boca de Eduardo Canorea "apoyaba al cien por cien a los toreros", sin embargo "no tenía fecha ni hora para dar el festejo" bien el sábado en la mañana, o el lunes por la tarde, como se ha hecho otras veces. Si es verdad lo de la solidaridad pudo haber aplazado, incluso obligando a la televisión también a estar presente.

     Salvador Vega, Salvador Cortés y Daniel Luque, toreros considerados modestos, y conscientes de que se jugaban un alto porcentaje de la temporada en esta corrida, insistían en torear sobre el fango. Y a Pulido le tocó decirles que no. Esa fue la trampa de la que no supo o no pudo librarse. Esta situación coincide con una denuncia de El Cid respecto a la actitud de la empresa en la primera suspensión, el martes 8, porque "no quiso buscar fechas alternativas para recuperar el festejo". Incluso José Antonio Carretero, banderillero de confianza de El Juli, al día siguiente se mostraba indignado porque "desde la empresa se forzó la segunda suspensión sin posibilidad de aplazamiento", una decisión tomada a mediodía, cuando en toda la tarde no caería ni una gota más de agua.

     ¿Quién le pone entonces los cascabeles al gato, en este caso a la empresa? Una organización con muchas más lagunas en sus actuaciones esta feria. Como el petardo de corridas de Juan Pedro Domecq, tres nada menos, ofrecidas como algo tan cotizado y exquisito como "el jamón de Jabugo" en palabras de Canorea, que luego resultó una verdadera indigestión para toreros y público, por la pésima presencia y peor juego que tuvieron y dieron los toros.

     Tampoco cae en saco roto el tremendo descuido de la parada de cabestros, incapaces en toda la feria de conducir ni una sola vez un toro devuelto a chiqueros, triste espectáculo de plaza 'de quinta categoría'. No es de recibo tanto traspiés. No dotar al ruedo del adecuado drenaje, o lonas para preservarlo del agua antes de cada festejo, algo básico en cosos de inferior categoría. Incluso la inexistente brigada de operarios que cada día de lluvia debiera transportar albero seco en carretillas y volquetes suficientes para acondicionar el escenario de la corrida en el menor tiempo.

     Se echa también en falta un sistema de comunicación con los espectadores acorde a los tiempos actuales, que s stituya a la arcaica pizarra que da los avisos desde el callejón. La Maestranza debe intervenir, como cuando obligó a retirar de la venta las localidades detrás del reloj sin visibilidad del ruedo. Este año, por fin, se ha recuperado el pasillo de la grada que se vendía como 'Fila 11, otra golfada. Faltan todavía pasillos verticales y hay que replantear las medidas de los asientos. Las gradas de la plaza de Sevilla son, incomodidades aparte, peligrosas ratoneras en caso de forzosa evacuación.

     Canorea se queja del intervencionismo en los toros. Pero con empresarios como él se necesita más policía.

(Juan Muguel Núñez es el director de la información taurina nacional de la agencia EFE)

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