Real Maestranza – 11ª de la Feria de Abril, Lunes 7 de Abril de 2008
José María Manzanares le cortó las dos orejas al último «juampedro» de la tarde tras una extraordinaria faena firmada con contundente estocada, y realizada bajo un verdadero diluvio. Sebastián Castella, que se la jugó en los medios desafiando al viento, fue ovacionado en el quinto; igual que Enrique Ponce, que saludó tras estoquear a unos toros impresentables para la Maestranza.
Manuel Viera.- Fascinante el toreo de José María Manzanares al sexto toro de la tarde y realizado bajo un verdadero diluvio. Arrebatador tras ceñirse el pase diestro con auténtica verdad. Pocas faenas suponen un fogonazo tan grande por parte de un joven torero que camina firme hasta la cúspide. Lo hecho por Manzanares ha sido un prodigio de inspiración, sentimiento y verdad, ejecutado con la habilidad y talento de un maestro. Fue ésta la mejor versión de un toreo clásico, de influencia paterna, profundamente honda y enormemente sugestiva. Me faltan elogios para Manzanares. En su faena al último 'juampedro' de la tarde se conjugaron con igual fortuna la noble calidad de las embestidas del toro y el portentoso y lento muletazo de extraordinaria sutileza, magníficamente trazado y mejor ligado. ¡Qué formidable sentido del temple! La armonía entre toro y torero logró, como siempre que esto sucede, una faena ejemplar. Pocos toreros trazan el pase con más profundidad y pureza que Manzanares. En su mano la tela roja adquiere la apariencia suave y delicada de quien acaricia la embestida con absoluta falta de esfuerzo. El giro permanente hacia adentro acompañado por la cintura, muy lento, delineado, exento de ángulos, ceñido, expresivo y puro. De ese fluir del trazo forma parte destacada la perfecta técnica, la sutileza y naturalidad del virtuoso muletazo que se eleva a la categoría de lo sensacional. El alicantino condujo a un público, calado hasta los huesos, hasta un universo desconocido y prodigioso con su inspirado toreo y asombrosa capacidad. Comenzó, Manzanares, con la diestra ejecutando un toreo a compás y ligado de irresistible fascinación. Las tandas de muletazos diestros se sucedían hilvanadas. Los cambios de manos, pases por bajo y de trinchera, de ensueño. Soberbio el natural lento, largo y profundo. Ya digo, faena contundente, de buen gusto y cargada de expresividad que terminó con el broche de oro de la gran estocada. La faena al noble y soso tercero del alicantino, condicionada pro el fuerte viento, contó con buenos aunque aislados muletazos carentes de continuidad y emoción. No tapa la fenomenal actuación de José María Manzanares la birria de corrida, impropia para esta plaza, presentada por Juan Pedro Domecq. Verdaderas 'ratas' por cara y escurridos. Hasta no parecían, por hechuras, los bajos y bien formados toros de su encaste. Además descastados y flojos. Sólo mantuvieron esa empalagosa nobleza santo y seña de la casa. Con semejantes animales, y debido también al fuerte viento que sopló con fuerza durante toda la tarde, el festejo trascurrió hasta su epílogo en un querer y no poder. Enrique Ponce luchó contra el viento y con la falta de movilidad del insignificante primer toro de la tarde. De todas formas, su maestría volvió a demostrarse con extraordinarios muletazos diestros muy lentos y de verdadero empaque, y despaciosos naturales, llevando los pitones cosidos a la tela. De media estocada puso fin a una faena que careció de emoción. Con el protestado, por inválido, cuarto anduvo breve tras la petición del público. A Sebastián Castella se le fue la feria sin conseguir su objetivo. Hoy, hasta desafió al fuerte viento en un desesperado intento por alcanzarlo. Se fue a los medios en busca de un triunfo que se hizo imposible. Se la jugó con el impresentable segundo en una faena firme y con enorme seguridad en sí mismo, sin que al final tuviera el resultado deseado. Y realizó un enorme esfuerzo y demostró un gran valor con el protestado quinto, también impropio de esta plaza, aunque después empujara como ningún otro en el peto del caballo y demostrara genio en la muleta. Castella se fue a la boca de riego, brindó, y se quedó quieto, impávido pese al viento, mirando a la fiera en una especie de desesperado deseo de que se iniciara la galopada con agresiva embestida para ejecutar, por dos veces, el trágico pase cambiado por la espalda. Después, se esforzó en larga pelea por conseguir su característico y ligado toreo. Sueltos muletazos a derecha e izquierda tuvieron el sello de la emoción. Un pinchazo anterior a la definitiva estocada le privó, quizá, de un seguro trofeo. NOTICIAS RELACIONADAS:
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VER GALERIA COMPLETA | VOLVER A TEMPORADA El pincho de jamón de pata negra Francisco Mateos.- No estuve allí, por primera vez en muchísimos años, y mi justificación tengo, pero me contaban los compañeros de prensa que le preguntaron al empresario de la Maestranza, Eduardo Canorea, sobre la doble presencia de toros de Juan Pedro Domecq en el mismo ciclo de la Feria de Abril; de hecho, en la misma semana, ya que además de la de hoy, el viernes se vuelven a lidiar toros del ganadero que cría 'toros artistas'. Realmente, de la familia Juan Pedro Domecq se lidian tres corridas, ya que la de parladé de ayer también es de la casa. Como espetó en medio del silencio un aficionado de la grada 2, "el año que viene en vez de tres, mejor diez"; el hombre se ve que sabía sumar perfectamente y también sabía de qué iba la cosa. Eduardo Canorea, imprevisible en ocasiones en sus reacciones y respuestas, se refirió al jamón de pata negra para justificar la doble presencia, en una comparación que ya está haciendo historia. "Si un plato de jamón de pata negra es bueno, dos platos de jamón de pata negra es mejor, ¿no?", justificaba el empresario sevillano. Pues si así fuera, jamón de pata negra, perfecto. Lo malo es que el jamón de pata negra que ha comprado para degustar en la Maestranza está 'picado' y de calidad, nada de nada. Vamos, que sólo fue el sexto el que mereció, en cierto modo si acaso, esa consideración de 'jamón 5J'. De las dos raciones anunciadas, Eduardo Canorea sólo ha servido, de momento, un pincho; ni para rellenar siquiera una sevillana tapita. |
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