Liria y la verdad trágica de su toreo
Real Maestranza – 7ª de la Feria de Abril, Jueves 3 de Abril de 2008
La emoción llegó esta tarde a la Maestranza con los bravos y encastados toros de Victorino Martín, el valor épico y la ambición demostrada en el cuarto por Pepín Liria, la perfección del natural en la gran faena de El Cid al tercero, y la entrega y la profundidad en el toreo al quinto de Antonio Ferrera.
Manuel Viera.- Hay tardes, pocas pero las hay, en las que el toreo amplía el horizonte de las percepciones y nos conduce a una auténtica convulsión de los sentimientos. Porque hoy, Liria, Ferrera y El Cid, con los bravos toros de Victorino, han conseguido invadir el ruedo con el valor, la raza y la verdad del toreo como auténticos héroes. La historia es preciosa, sin duda, y conviene guardarla en la memoria. Está contada en la Maestranza de Sevilla durante una tarde de Feria de Abril. Comenzó a fraguarse con el bravo tercero. La suavidad del capote de El Cid se puso de manifiesto en el prólogo de la lidia. Más tarde llegaría la cumbre de un torero que tocó techo y rompió el cielo desde el ruedo de las pasiones con la ayuda de una izquierda sublime. Comenzó Manuel con la muleta en la zurda para trazar el natural fascinante, profundo y ligado, salpicando los tendidos de inmediata emoción. La faena al bravo 'victorino', en la que cada pase adquiría matices de verdaderas joyas de arte incrustadas con la magia del temple y la infinita hondura del trazo zurdo, no tuvo ni una sola fisura. Faena la suya de una enorme emoción, rica en detalles y libérrima en las formas, muy bien trazada con lentos y ligados muletazos cargados de virtuosismo. Prodigioso el ritmo y sensacional los de pecho. Es el del Cid un mundo ensoñado de inspiración en el que cada tarde vuelve a destapar un toreo con suprema capacidad expresiva. Abordó la suerte de matar con igual propósito sin que la espada obedeciera su orden. La ovación fue de época. El segundo capítulo de esta bella historia lo escribió sobre la amarilla tierra de albero un torero de raza en su última corrida en esta plaza, que tiñó de madurez y de un propósito de auténtica verdad que trascendió la propia faena al complicado, por encastado y bravo, cuarto toro de Victorino, hasta configurar una obra épica y de valor apabullante, que por sensibilidad y creación en sí misma bien valía las dos orejas. A Pepín Liria se le nota la verdad trágica de su toreo en cada pase, en la intensidad del esfuerzo, en su arrojo, en su ambición, en su raza de torero… Por eso, decidido y seguro, se plantó de hinojos en la puerta de chiqueros en esta su última tarde en la Maestranza. Ya se sabe que lo difícil produce preocupación, y difícil resultó el dramático momento en el que es arrollado y cogido por la fiera en el intento de trazar el pase de larga cambiada. Ahí estaba el peligro. Y allí estuvo un tío con dos cojones. De inmediato comenzó con lances a la verónica de irresistible emoción, para continuar mostrando un toreo de muleta de trazo pausado y sorprendentes pases de pecho. No hay mayor emoción que la puramente emanada del valor y la verdad de este luchador, ganador de muchas batallas en esta plaza y que hoy gana, por fin, su particular guerra en la Sevilla de sus sueños, después de mantener una pelea a cara de perro con el complicado 'victorino', ser volteado y volver a la cara del toro como gladiador ensangrentado que no quiere ser vencido. Estocada, que tras espectacular agonía, tumba al toro sin puntilla. Dos orejas pide la plaza puesta en pie, y nula sensibilidad de un palco que se equivoca, grave error, negándole la segunda. Dos vueltas apoteósicas. Quiso también Antonio Ferrera participar en la historia. Y lo hizo clavando espectaculares pares de banderillas, exponiendo y sin una sola banalidad y… toreando. Porque eso es lo que hizo Ferrera con el bravo y encastado quinto, al que le dieron la vuelta en el arrastre, más por congraciarse la usía con el público que por merecimiento propio. Hizo el extremeño de adopción un toreo de izquierda más despacio que en otras ocasiones, más quieto, más decidido, más profundo, más ligado… como si quisiera sorprender con maneras distintas. Trató de templar para conocer la hondura de unas formas que han ganado interés. Falló con los aceros y se paseó en justa vuelta al ruedo. Liria, con el difícil primero, no se empleó del todo. Ferrera le trazó al segundo algún que otro pase zurdo sin llegar a acoplarse con la diestra. Y El Cid anduvo muy firme y por encima de la escasa calidad del flojo sexto. Esta tarde llegó, por fin, la emoción del toro con una más que interesante corrida de Victorino Martín, brava y encastada, seria y presentada en la línea de la casa. La emoción del toreo de valor y bien hecho, y la emoción de de unos hombres que se juegan la vida sin más objetivo que el triunfo de quien los manda. Se la jugó, y de qué manera, Carlos Casanova, para salvar de las astas asesinas a su matador. Así es la Fiesta. NOTICIAS RELACIONADAS:
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VER GALERIA COMPLETA | VOLVER A TEMPORADA Los petardos de la presidenta Francisco Mateos.- Lo que ocurrió es que la faena era de un par de cojones, y siendo mujer, parece que no se enteró de qué iba la cosa. Vino a ponerse la buena mujer presidenta en plan 'justiciero salvador' y quedará para la reciente historia de la plaza como la presidenta que le racaneó la segunda oreja a Liria en el día de su adiós a Sevilla, después de dejarse matar por un imponente toro de Victorino Martín. Si la empresa de Sevilla le racaneó los honores a la hoja ejemplar de Pepín con una sola corrida de toros (admitida incluso el 'mea culpa'), ahora la presidenta bombardea la línea de de la moral del bueno de Pepín hurtándole el doble premio ganado a sangre y fuego. Se dejó matar a portagayola en ese su último toro. Ha sido de los toreros que ha cortado mayor número de orejas en los últimos años en esta plaza. Volvió a entregar su vida a Sevilla balanceándola entre los pitones del 'victorino en una segunda voltereta de impacto, una faena vibrante -de las típicas suyas-, rematada con un estoconazo en los medios. Eran unas circunstancias muy especiales y la idiosincracia de esta plaza es ser sensible en esos momentos. La plaza era un clamor demandando la segunda oreja. Parecía consultar a Curro Puya y Curro parecía indicarle que sí al segundo premio. Sería bueno saber qué le dijo. Si yo fuera Curro Puya, torero de plata de pies a cabeza, sabiendo como sabe las fatiguitas pasadas por Liria y jugársela como se la jugó en un momento tan especial como el que se vivía, no subía más al palco con esta presidenta. "¡Adiós, muy buenas!". Y para rematar el petardo presidencial, al toro siguiente lo premió con vuelta al ruedo que, en su paseo póstumo, recibió pitos de disconformidad o, en el mejor de los casos, un total silencio. Toro bueno, encastado, pero no con argumentos que justifiquen tan alto honor; el propio ganadero admitía que no era de vuelta al ruedo. La responsabilidad es de quien la ha puesto en la presidencia de la Maestranza, motivado fundamentalmente por justificar la buscada paridad entre hombres y mujeres de ZP. Sí a la paridad, pero con argumentos. De verdad, presidenta: durante la corrida y tras ella, era el centro de las risas y chistes de taurinos y aficionados. Tenga una salida airosa y digna, y no permita convertirse el hazmerreir del toreo sevillano. Hacía años que no es escuchaba una bronca tan fuerte al grito de "¡Fuera, fuera!". |
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