OPINIÓN: El «currismo» como modo de vida

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«…Han pasado ya bastantes años desde que un juez de Sevilla decidiera no castigar a un camarero que había agredido a uno de sus clientes por discrepancias taurinas. Al parecer el citado cliente llegaba todos los días al bar y ponía a prueba al camarero, currista convencido, lanzándole diferentes puyas en contra de su torero. Se trataba de las típicas bromas que durante años se han hecho entre curristas y no curristas de toda España…»


FOTO: David Cordero.

Lázaro Echegaray.-

     Han pasado ya bastantes años desde que un juez de Sevilla decidiera no castigar a un camarero que había agredido a uno de sus clientes por discrepancias taurinas. Al parecer el citado cliente llegaba todos los días al bar y ponía a prueba al camarero, 'currista' convencido, lanzándole diferentes puyas en contra de su torero. Se trataba de las típicas bromas que durante años se han hecho entre curristas y no curristas de toda España. Así entraba el cliente en el bar y pedía el café con leche, la cervecita o la manzanilla y empezaba el cachondeo. Ya saben, la típica bromita: "Me han dicho que tu Curro está arruinao porque se gasta todo lo que gana en papel higiénico", o "Cuando en un restaurante Curro pide rabo de toro se hace un burladero con las papas", o esa otra "Anda que no le salen caros los vestidos al Curro Romero, la cantidad de tela que necesita ese hombre para hacerse un traje…como está tan gordo". Y así día tras día hasta que en una ocasión al camarero se le inflaron las narices y a la broma del cliente saltó la barra y le atizó un par de golpes. El agredido denunció el asunto y llegó a los tribunales. El juez que llevó el caso decidió dejarlo pasar ya que opinaba que el 'currismo' era algo más que ser partidario de un torero, era una manera de entender la vida y el arte y que un 'currista' puede sentir la misma ofensa cuando se meten con Curro que cuando lo hacen con su madre, o algo parecido.

     Más de una vez me he parado a pensar en esa famosa historia del camarero 'currista', el cliente pelma y el juez partidista. Porque aunque aquello no me pareció bien, la justicia debe estar por encima de todas las cosas, al juez no le faltaba razón, en cierto modo. Siempre me han atraído esos personajes que llevan su pasión por los toros o por un torero más allá de sus posibilidades. Aquellos que son capaces de mendigar, mal vivir, vagabundear y cosas peores por estar cerca de un torero. Y pensando en esa historia recuerdo una que me gustaría contarles.

     Sucedió en un hotel de la sierra de Jaén, donde yo me encontraba entonces. Preparaba junto a unos amigos un viaje a Castellón para ver a Curro Romero. Hacíamos las maletas, mirábamos el mapa de carreteras y hablábamos del


FOTO: David Cordero.

acontecimiento cuando una camarera nos preguntó a qué tanto alboroto. Le explicamos que íbamos a ver a Curro Romero a Castellón. "¿¡A Curro Romero!? A ese ni me lo mentes". La cosa quedó en principio en leves comentarios de desacuerdo y la camarera se marchó. Volvió al rato y como teníamos cierta confianza volvió a preguntar: "¿De verdad vais a ver a Curro Romero? No lo entiendo". Me pareció raro que su aversión viniera de una afición taurina pues ya hacía tiempo que nos conocíamos y nunca habíamos hablado de toros. Así que empecé a meter el dedo en la herida para saber qué mal le podía haber causado a ella un torero como Curro.

     En cierta ocasión los carteles de la feria del pueblo anunciaron la actuación de Curro. Unos días antes de la corrida alguien llamó y reservó una habitación grande para tres personas. Era un grupo de tres amigos que llegarían dos días antes de la corrida. De edad avanzada, gorrilas de campo y botos. Se sentaban por la mañana, a la hora del aperitivo, en la terraza del hotel: "Niña, una botella de manzanilla", "Niña saca otra botella más que mañana torea mi Curro", "Niña saca unas gambas que estamos celebrando". Sus conversaciones no salían de Curro; Curro en la Maestranza, Curro en Madrid, Curro en Jerez, Curro paseando por Santa Cruz, Curro con Camarón, Curro en El Puerto… Luego pasaban al comedor y seguían con la conversación allí. Cuando llegaba el momento del café pedían además botella de cazalla y cerraban el comedor después de haber practi ado el toreo con servilleta según la versión de Curro Romero: "Así coge mi Curro su capotillo…" y hacían la verónica con el trapito. Lo mismo a la hora de la cena, que terminaba con botella de güisqui y exhibiciones de toreo sin pudor. Se llevaban un par de botellas más a la habitación y hasta la mañana siguiente; mismo plan. El día de la corrida se fueron temprano hacia el pueblo. Ya no volvieron. Ni a pagar la cuenta, ni a devolver las llaves de la habitación en la que no tenían ni siquiera maletas. Iban con lo puesto.

     Cuando aquel día llegué a Castellón pensé, sin ninguna duda, que aquellos jetas 'curristas' estarían por allí. No quise averiguar en qué hotel habrían hecho la jugada otra vez. Pero con el tiempo volví a oír hablar de 'curristas' que se habían comportado así


FOTO: David Cordero.

y no me cupo la menor duda de que eran los mismos.

     Ni apruebo los métodos de esos 'curristas', ni digo que todos los 'curristas' sean iguales; todos sabemos que no es así. Pero es de admirar que haya gente dispuesta a vivir a salto de mata con tal de satisfacer su obsesión por seguir a un torero. Por eso pienso que el 'currismo', tal y como dijo el juez, era y es, más que una afición, un modo de vida. Si no, que se lo pregunten a aquellos fenómenos.

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