La nula movilidad de los novillos de Bucaré destrozó el festejo
Real Maestranza – 22ª de abono, Domingo 13 de Mayo de 2007
El extremeño Emilio de Justo dejó atisbar su depurada técnica y oficio. Sergio Serrano y Eugenio Pérez, voluntariosos pero con muy poco resultado. La falta de casta de los utreros sanntacolomeños condicionó para mal el desarrollo del espectáculo.
Francisco Mateos.- Los novillos de Bucaré, tantos años criados por José Luis Buendía, por el que hoy se guardó un minuto de silencio en su memoria, no rindieron justo homenaje a tan entrañable ganadero. La vacada, dirigida ahora por su hermano Javier Buendía en representación de otras cinco hermanas, lleva varios años mejorando sus productos. En las tres últimas temporadas han salido novilladas muy buenas; recuerdo una en Cáceres, dos en Antequera, una en Algeciras,… Sin embargo, los seis utreros lidiados en la Maestranza adolecieron de movilidad alguna. En todo caso, se desfondaban en las tres primeras arrancadas. Además, la casta santacolomeña no parecía correr por sus venas. Con tan nulo material, obvio es, la tarde fue plomiza y pesada. Nada que imputar a los tres chavales, que pusieron su empeño, unos más puestos que otros. Tal es el caso de Emilio de Justo. El extremeño ya demostró en su primero una técnica aprendida y unas formas artísticas y poderosas de interpretar el toreo. Está cuajado. Pero ni con el parado y sosón primero, ni con el cuarto, aunque en éste se pudo gustar en dos primeras series de muletazos, pudo demostrar la calidad que parece tener en su toreo. Lo de los dos avisos en el cuarto no es más que mala suerte, porque el animal -herido de muerte- se levantó hasta tres veces al sentir la puntilla de Rafael Talaverón. Habrá que esperar una nueva ocasión para verle con mejor material. O simplemente, con material. Sergio Serrano se empeñó en sacarle algo a su primero. No quería pasar en blanco por Sevilla. Eso es de agradecer, aunque en ello le fueran dos fuertes volteretas que estaban cantadas al quedarse descolocado ante el parado novillo, pero había que dejarse notar de algún modo, y si tenía que ser con la locura de saberse cogido porque el novillo no pasaba, pues ese mérito hay que apuntarle al chaval. El quinto, ni siquiera tenía casta para cogerle. Cerraba terna un tal Eugenio Pérez. En su casa le conocerán, pero aquí en Sevilla, en una novillada de abono de mayo, poco mérito tenía contraído, por mucho que le apodere un taurino de Los Palacios y tenga como director artístico al portuense José Luis Galloso. Algún enchufe directísimo con la casa Canorea tiene que tener. ¿O es que no le suenan más Pepe Moral -anunciado en Madrid-, Fernando del Toro, Chicuelo, Martín Núñez o José Manuel Casado, por ejemplo, todo ellos sevillanos? La cuestión es que el chaval no tiene culpa de nada y lo intentó todo, algo verdecillo aún pero con muchas ganas de aprender. A ver si se le pega algo de Galloso, que la foto en la Maestranza ya la ha logrado; otros novilleros sevillanos aún no. Tendrán que buscar ese enchufe misterioso que les conecte con la casa Canorea.
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