Real Maestranza – 1ª de abono – Domingo Resurrección, Domingo 8 de Abril de 2007
Una oreja de escaso contenido para El Cid con el único toro notable de la corrida. Ponce y Castella pusieron ganas pero se etrellaron con sus lotes. La corrida de inauguración de temporada no fue brillante.
Manuel Viera.- Muy de vez en cuando, las más prestigiosas ganaderías bravas, y la de Zalduendo la es, nos ofrece la decepción de sus toros, sobre todo, cuando impera la flojedad, la alarmante falta de casta y por obviedad la pésima calidad de unas embestidas inciertas, cansinas y complicadas para los toreros. Mala corrida la de Fernando Domecq, que pese a la notable nota alcanzada por el segundo de la tarde, no supera el suspenso general de un encierro, además, demasiado justo de presencia y muy poco ofensivo para ser lidiado en tan importante plaza. Y a pesar de que su toreo es siempre sólido y auténtico, con la sensación de un fuerte sentido de la técnica, placer de torear, digo yo, sentimiento y provocación llevado a un estado propio e íntimo con el que es obligatorio emocionarse, El Cid, con el mejor de los toros de la descastada corrida no emocionó. Y si lo hizo fue sólo a medias con un toreo de izquierda a mitad de faena que fue suficiente para pasear una oreja cogida con alfileres. El Cid no estuvo mal con ese segundo de la tarde, pero tampoco estuvo notable. Dejémoslo en un bien ronco y seco de esos que suenan por los tendidos maestrantes durante el transcurso de un buen trasteo. El sevillano, que anduvo templado con la capa, replicó por verónicas a pies juntos a las ajustadas chicuelinas de Castella en el quite, para prologar una faena de muleta, buena por momentos, pero sin remontar el vuelo. Sólo una tanda de naturales de máximo interés, por armónicos, despaciosos y largos, sirvió para alcanzar un premio quizá excesivo. El Cid siguió animado con el quinto, un toro soso, manso y huyendo a tablas, con el que sólo pudo trazarle en los medios algún que otro muletazo suave con ramalazos de intensidad en el trazo. Aquí El Cid hizo lo que tenía que hacer. No había toro para más. Hablar de la impecable técnica de Ponce se hace demasiado repetitivo, pero es que el valenciano la utiliza tarde tras tarde para trazar pases que parecen imposibles. De todas formas, poco le pudo trazar al flojo primero, de complicada embestida por sus continuos cabeceos. Al cuarto, le sobó en faena de largo metraje que le provocó el aviso antes de entrar a matar. Una vez más Ponce demostró oficio aunque sin resultado positivo. La capacidad de seducción del toreo de Castella no atrapó esta tarde los abarrotados tendidos de La Maestranza. Y es que los 'zalduendos' de Fernando Domecq no fueron toros propicios para las formas de este francés recriado en Sevilla. La versión de la tauromaquia de Castella, por quietud y ligazón, necesitan de un toro encastado y bravo. Esta tarde no los hubo. Y la expectación que había creado Castella se transformó en triste decepción. Con el molesto y soso tercero tuvo que recurrir a un arrimón carente de emoción por nula calidad del toro. Al noblote, soso y parado sexto le cuidó al máximo para que le llegase a la muleta con alguna que otra embestida, hasta se atrevió a esperarlo en los medios para cambiarle el sentido del viaje con la muleta a la espalda, e incluso se quedó inmóvil en los medios para hilvanarle los siguientes muletazos, pero no pudo ser. Decepcionante tarde de 'zalduendos'.
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VER GALERIA COMPLETA | VOLVER A TEMPORADA «¿Quién se ha muerto?» Pasa cada vez que las cuadrillas cruzan el albero maestrante y llegan a las tablas y se quedan más tiesos que un palo, desmonterados, en riguroso silencio, y la gente de Sevilla, de esta Sevilla a la que le seguirá escribiendo desde algún lugar Manuel Ramírez, se pone de inmediato en pie, cuando apenas ya han logrado encajonarse en esos escasos centímetros de ladrillo -que no asientos- del antiguo coso baratillero. Nadie se entera. "¿Qué pasa?, ¿Quién se ha muerto?". Y no le falta razón a este bendito público sevillano, que todo lo admite y todo lo consiente. Suponemos que el minuto de silencio era en memoria del recientemente fallecido Miguel Márquez, matador de toros con profunda personalidad, y del alguacilillo de esta plaza Quini Zulueta, uno de los personajes más carismáticos de los últimos años en el callejón de la plaza. También eran muchos los que preguntaban que por qué sonaba una ovación en un sector de la plaza a la banda y saludaba su director, y es que nadie les había avisado de que se despedía en este estreno de la temporada, con honores de Domingo de Resurrección, otro de los personajes carismáticos de la Maestranza, su director, Pepín Tristán. Y digo yo que por qué no se instalan unos plasmas de esos de 25 pulgadas a 375 euros en el MediaMarkt o el Carrefour en los corredores de entrada a la plaza, estratégicamente situados y acordes con el entorno, en donde se avisen con rótulos de esas circunstancias… Ha tenido que ser el doctor Ramón Vila quien se cruce al pitón contrario y ha colocado un plasma de esos modernos en la puerta de la nueva enfermería para informar de los posibles percances que sucedan, Dios no lo quiera. Mientras la empresa no lo poponga y la Maestranza consienta el anacronismo, cuando las cuadrillas guarden un minuto de silencio, muchos seguirán preguntando: "¿Quién se ha muerto?". |
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