CUADERNOS DE TAUROMAQUIA

Carta abierta a don Javier Benjumea

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El teniente de hermano mayor de la Maestranza, Javier Benjumea, y el empresario de la plaza, Eduardo Canorea. (FOTO: Paco Díaz)
El teniente de hermano mayor de la Maestranza, Javier Benjumea, y el empresario de la plaza, Eduardo Canorea. (FOTO: Paco Díaz)

«…Usted tiene, como Teniente de Hermano Mayor de la Real Maestranza, la obligación moral de actuar. Rescinda el contrato con la empresa, convenza a los toreros, siente a las dos partes y medie entre ellas… Cualquier cosa menos este inmovilismo, esta inacción, este silencio oscuro como si con usted no fuera la cosa. Porque la cosa, don Javier, sí va con usted…»

Álvaro Acevedo.-

Exmo. Sr. don Javier Benjumea Llorente, Marqués de La Puebla de Cazalla:

     Estas letras, don Javier, son como la Corporación que usted preside: sin ánimo de lucro. Como aficionado a los toros, yo me beneficiaría de una Feria de Sevilla con todos los grandes toreros en los carteles, pero de verdad que no es ése el motivo de esta carta. No le escribo en defensa de los toreros que, si alguien no lo remedia, se ausentarán del Baratillo; ni porque me preocupe el beneficio de la empresa mercantil que explota (en toda regla) la maravillosa plaza de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla; ni le escribo en defensa de los aficionados, que presenciarán la Feria de Abril de cartelería más paupérrima de la historia de la Fiesta; ni siquiera llamo su atención en aras de la salud de la Tauromaquia, que se verá dañada irreparablemente al ver cómo una de las plazas más importantes del mundo dejará de ser referencia del planeta taurino.

     Todo ello, don Javier, queda en un segundo plano ante el objeto final de tan ilustre Corporación. En un fragmento del discurso que su buen amigo, Don Juan Carlos I, pronunció con ocasión de la Junta de las Reales Maestranzas celebrada en Sevilla el día 25 de marzo de 2010, Su Majestad dijo exactamente esto: «Nobleza obliga y obliga precisamente a ser generoso con quien más lo necesita, a volcarse con los demás, a mostrar una vocación de servicio y una lealtad sin límites ni reparos. Una nobleza que, en nuestros días, está apartada de sus privilegios de antaño y que no busca más reconocimientos que los que les proporcionan su dedicación altruista…».

     La labor social de esta Corporación varias veces centenaria que tiene usted el honor de presidir alcanza justo en estos momentos una relevancia soberbia. Aún perduran las Cocinas Económicas de Triana y las escuelas de la Macarena, creadas por la Real Maestranza en tiempos de Alfonso XIII. Pero además, la lista de instituciones de carácter social, educativo o sanitario que se ven beneficiadas por las contribuciones de esta Corporación es amplísima. Y de las diversas fuentes de ingresos que tiene la Real Maestranza para cubrir esta labor benéfica, encontramos en los festejos taurinos uno de sus principales activos. Dicen que es el 23% del bruto recaudado por la empresa lo que le corresponde a los maestrantes, que con gran parte de ese dinero quitan muchas penas a ancianos y niños, a enfermos y pobres. Y si los cinco toreros que le han mandado a usted la carta (sin respuesta, don Javier) no comparecen este año en Sevilla, tenga por seguro que, aunque a la empresa le puedan salir las cuentas, la Real Maestranza quitará menos penas y menos dolor. Y menos hambre, don Javier.

     Usted tiene, como Teniente de Hermano Mayor de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, la obligación moral de actuar. Rescinda el contrato con la empresa, convenza a los toreros, siente a las dos partes y medie entre ellas para que haya un entendimiento… Cualquier cosa menos este inmovilismo, esta inacción, este silencio oscuro como si con usted no fuera la cosa. Porque la cosa, don Javier, sí va con usted. Y con los pobres, que algunos, además de pobres, son enfermos y son niños.

     Hace frío hoy en la calle. Que pase usted una feliz cuesta de enero, señor Marqués.


*Publicado en el blog de cuadernostm.com

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