«…El tinglado lleva ya varias décadas montado sobre ferias largas con dos tramos diferenciados: el de combinaciones de tono menor donde se gana el dinero doble a media plaza y el de los carteles sin rentabilidad inmediata que cuentan con los nombres de la primera fila que son el verdadero reclamo de unos ciclos que andan en trance de recorte…»
Álvaro Rodríguez del Moral.-
Medidas inminentes son las que anunciaba el empresario Ramón Valencia hace escasas fechas en la entrevista publicada por El Correo. En la empresa Pagés andan moviendo números y el recorte del modelo de temporada que ha conocido la última generación de aficionados es inminente, aunque no afectará sustancialmente -ésa es la intención de la familia Canorea Pagés- al esquema de Feria de Abril consolidado en las dos últimas décadas. Algunos aficionados se han echado las manos a la cabeza pensando que ciertas fechas tradicionales pueden desaparecer por el momento del calendario taurino pero los hechos empiezan a ser tan tozudos como el escaso poder de convocatoria del espectáculo fuera de unos días y unas costumbres que -para bien y para mal- han ido cambiando. Y el recorte, ésa es la verdad, será bien recibido por el abonado superviviente.
¿Se podría echar más imaginación al asunto? Seguramente. También se podría esbozar otra política de precios en función de la alcurnia de unos carteles que ya sólo son escogidos por los paganos en función de la excelencia. Pero el problema es de base y viene viciado: el tinglado dentro y fuera de Sevilla lleva ya varias décadas montado sobre ferias largas con dos tramos diferenciados: el de combinaciones de tono menor donde se gana el dinero doble a media plaza y el de los carteles sin rentabilidad inmediata que cuentan con los nombres de la primera fila que son el verdadero reclamo de unos ciclos que andan en trance de recorte. Pero la pescadilla comienza a morderse la cola. La crisis económica ha hecho descender vertiginosamente la clientela fija de las empresas y elegir entrada en un cartel de campanillas ya no obliga a pasar el fielato del abono. De alguna manera la Fiesta recobra lógica empresarial: el espectador elige lo que le gusta, pero el equilibrio ecomónico del espectáculo, cimentado en la perdida fidelidad de los abonados, se ha hecho trizas. ¿Quien le pone el cascabel a este gato?.
La pregunta del millón es otra: ¿no se veía venir? ¿las grandes empresas creían que el statu quo conformado en las dos últimas décadas era eterno? Ya hemos comentado muchas veces que el mercado de las plazas de tercera ha sido arrasado por un ciclón. Pero el viento también está llegando a las plazas grandes, que han vivido amparadas en esa inercia de los días de vino, rosas y ladrillo que han dejado España como un solar polvoriento. Ya no basta buscar toros y contratar toreros. Hay que ponerse a trabajar.
*Extracto del artículo de opinión publicado en El Correo de Andalucía.
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