El presidente Gabriel Fernández Rey es de los más experimentados en el palco. El veterinario Francisco Herrera es el veterinario taurino con mayor puntuaciónde cuantos ejercen en Sevilla. Ambos aprobaron la corrida del domingo. Fernández Rey fue quien aprobó la impresentable corrida de Victorino Martín en 2009, justificándolo como ‘mal menor’ antes que una suspensión.
Francisco Mateos.-
El escándalo que se produjo el pasado domingo en la Maestranza tiene varios responsables, pero en última instancia la autoridad ‘competente’, la que nombra la delegada de la Junta de Andalucía en Sevilla, Carmen Tovar, se presupone entendida, aficionada e independiente. En definitiva, el equipo presidencial es el garante del espectáculo taurino y el defensor de los legítimos derechos de los aficionados… o debiera serlo.
Como muestra la fotografía del pasado domingo, en el palco se encontraban dos de los componentes más veteranos de los equipos gubernativos: el presidente Gabriel Fernández Rey -de la máxima confianza de la delegada Carmen Tovar– y el veterinario Francisco Herrera. Este veterinarios es, además, vicepresidente del Colegio de Veterinarios de Sevilla y el veterinario taurino con mayor puntuación de todos los que ejercen en la provincia sevillana. Fernández Rey lleva ya muchos años de experiencia en el palco. Por eso no se entiende cómo estos garantes del espectáculo, defensores de los derechos de los aficionados, aprobaron los toros que se lidiaron y no devolvieron más astados a los corrales desde el ruedo, como el inválido primero y algunos más.
Tirando de hemerotecas llegamos al pasado 11 de marzo, fecha en la que la delegada Carmen Tovar presentaba los cuatro equipos de presidentes y veterinarios, y ofrecía la única rueda de prensa de este año 2010. En esa rueda de prensa se le preguntó a Gabriel Fernández Rey sobre lo ocurrido en la temporada pasada 2009, cuando aprobó una impresentable corrida de toros de Victorino Martín. Las explicaciones de Fernández Rey levantaron una fuerta polémica, porque justificaba la aprobación de los toros como ‘mal menor’, ya que dejaba claro que prefería aprobar una corrida impropia para Sevilla, falta de trapío, antes que suspender el espectáculo. Es decir, ante la falta de toros con trapío, aprobar ‘lo que sea’. Estas eran sus explicaciones (VER):
«Los toros -de Victorino Martín- allí, en el campo, estaban más lustrosos y pesaban 40 kilos más, pero cuando llegaron a los corrales de verdad que parecían distintos, Y seguro que si se hubieran devueltos al campo y se reponen en remate y kilos, su aspecto hubiera sido válido para cualquier plaza de primera, pero es cierto que a Sevilla llegaron sin remate. Incluso pensé en la suspensión, pero ¿quién se atreve a suspender el día D, el de mayor expectación, con el esperado mano a mano, y la afición de todo el mundo esperando noticias de esta corrida…? Creo, sinceramente, que el daño de la suspensión habría sido aún mayor, así que escogimos lo mejor entre lo que había, que debo de reconocer que era pobre».
Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. El mismo presidente -con el asesoramiento del mejor veterinario (el de mayor puntuación)- aprobó la impresentable corrida de Zalduendo, mal rematada con otros de Sampedro y Gavira, y manteniendo en el ruedo a inválidos que rodaban por el albero… Pero la consigna ya se sabe: «Creo, sinceramente, que el daño de la suspensión habría sido aún mayor, así que escogimos lo mejor entre lo que había, que debo de reconocer que era pobre». Eso dijo hace seis meses como justificación de la corrida de Victorino 2009. Seguro que sigue pensando igual…
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