Con seis silencios se ha saldado la tarde de novillos en la Maestranza. Los debutantes Paco Chaves, Patrick Oliver y Antonio Rosales han consumido más de dos horas de interminable festejo sin saludar siquiera una ovación. La novillada de Yerbabuena, floja y de escasa casta, tampoco alcanzó alta nota.
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Manuel Viera.-
Siempre he pensado que cuando se pisa el ruedo de la Maestranza es porque se está preparado para ello. Se supone que los que hoy lo pisaron ¿para torear? lo estaban, porque así lo demuestra el número de festejos toreados en la temporada anterior. Pues mire usted: no. Los que estuvieron hoy en el ruedo de la Maestranza lo hicieron todo, menos torear. Es decir, consumieron dos horas y media de inaguantable pesadez en la preparación de la puesta en escena, en hacerlo todo muy despacio, desesperadamente despacio, menos lo que obviamente se debe hacer despacio: torear.
Alguien del entorno de Paco Chaves le debería hacer comprender que la lentitud en el toreo es otra cosa. Que no es eternizarse en adornos y filigranas de ballet antes y después de clavar banderillas
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Alguien del entorno de Paco Chaves le debería hacer comprender que la lentitud en el toreo es otra cosa. Que no es eternizarse en adornos y filigranas de ballet antes y después de clavar banderillas, que no consiste en parar el reloj con eternos prolegómenos de faena. Hoy, el presidente se olvidó de los avisos tras trasteos interminables. No hay nada más desesperante y aburrido que unos toreros que no torean, pese a permanecer en el ruedo dos horas y media consumidas en ver que hacer sin hacer nada. Y así Paco Chaves pasó su tarde. Al flojo y descastado primero lo banderilleó con característicos y personales adornos antes y después de clavar. Luego, ya quedó escrito, consumió su tiempo en la exhaustiva preparación del muletazo que, desconfiado, no le dio. Lo intentó con ambas manos sin que la complicada embestida del flojo novillo de Ortega Cano pasara una sola vez por la tela. Al final un paupérrimo aviso, y el silencio tras los repetidos fallos con el descabello. |
El cuarto fue un buen novillo por prontitud y calidad. Como todos los lidiados fue largo al caballo, y a la muleta llegó con movilidad. Chaves destacó en un toreo de capa lento y con prestancia, fue lo mejor, porque después la faena alcanzó límites de complejidad que, en sí misma, llegó hasta la frontera de lo artificioso. Un arrimón final, ya con el novillo parado, caldeó tanto el ánimo de los aburridos espectadores que le pidieron, voz en grito, que matara de una vez. Bastó la estocada, y el silencio de nuevo se hizo en la plaza.
Tampoco Patrick Oliver consiguió nada destacable con el flojo segundo, al que quiso mantener en pie pero no lo consiguió
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Tampoco Patrick Oliver consiguió nada destacable con el flojo segundo. El francés quiso mantener en pie el inválido novillo de Yerbabuena, pero no lo consiguió. Lo que sí sufrió fue una fea voltereta de la que salió lesionado por un fuerte golpe en la pierna. Oliver se repuso y trazó algún que otro muletazo a izquierda sin emoción. No hubo toreo pero sí algunas carencias. Con el manso y parado quinto se eternizó igual que Chaves en la preparación, que no en el trazo del muletazo, y quizá por esto resultara complicado para algunos espectadores tomarse la tarde completamente en serio. Y esto no es bueno, porque se despoja de la ilusión al que se supone la tiene. Oliver también debutó en Sevilla entre silencios. |
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Antonio Rosales no se entendió con el noble tercero. El novillo de José Ortega Cano iba y venía sin que el debutante madrileño alcanzara a cogerle el temple a la embestida. No optó por bajar la mano, ni con este ni con el manso sexto, que llegó a la muleta con embestidas vibrantes. El diestro de Leganés hizo intentos de poderle en las primeras tandas diestras, esfumándose después cualquier atisbo de faena. Iba el toro, pero no el torero. La novillada de Yerbabuena tuvo poca presencia y resultó floja y de escasa casta, aunque cada uno de los utreros acudieron de largo y pronto a las cabalgaduras. No obstante, no fueron aprovechadas las mejores condiciones del cuarto y sexto. |
AL NATURAL |
Así no puede ser
Francisco Mateos.-
O se quiere, o no se quiere. O se puede, o no se puede. Pero venir a la Maestranza por venir, mejor no venir. Cierto que los novillos de Yerbabuena -la mitad- no dieron facilidades, pero hubo tres que sí se dejaron hacer el toreo moderno. Y ninguno de los tres supo, pudo o quiso hacer el toreo. Una novillada sin emoción como la de esta tarde se convierte en el espectáculo más aburrido del mundo. Desesperante. Un tostón de indigesta tragadera. No hay aficionado -ni el más optimista de todos- que aguante dos como la de esta tarde sin presentar la dimisión de la Fiesta del Tauro. No sé dónde busca la empresa a los novilleros, pero que busque en otro lado. Porque además cobra a los aficionados las novilladas por adelantado, dentro del abono y a un buen -caro, vamos- precio.
GALERÍA GRÁFICA de JAVIER MARTÍNEZ |
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